En las grandes urbes del mundo, el transporte de carga se ha convertido en uno de los principales responsables de la contaminación del aire.
La Organización Mundial de la Salud estima que más del 90% de la población urbana respira aire con niveles de partículas finas superiores a los recomendados, y una proporción significativa proviene del diésel que mueven los camiones de distribución.
En América Latina, donde la mayoría de los vehículos de carga son de combustión interna y con antigüedad superior a 15 años, el reto se multiplica: congestión, emisiones de carbono y altos costos energéticos convergen en un modelo logístico que ya no es sostenible.
La Ciudad de México no es ajena a esta realidad. Según datos oficiales, las fuentes móviles concentran alrededor del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero, y dentro de ellas, el transporte de carga desempeña un papel crítico.
Miles de unidades recorren diariamente las avenidas principales para abastecer a una metrópoli de más de 9 millones de habitantes y un área metropolitana que supera los 22 millones, generando cuellos de botella, contaminación y ruido.
Ante ese escenario, las ciudades del mundo están redefiniendo la manera en que se mueven las mercancías: desde zonas de bajas emisiones en Europa y corredores eléctricos logísticos en Asia, hasta programas de electromovilidad y economía circular en América Latina.

La capital mexicana busca insertarse en esa tendencia con su Programa de Acción Climática 2024–2030, que pone la lupa en las flotas de carga, la infraestructura de recarga eléctrica y la cooperación con el sector privado.
La iniciativa Laneshift, impulsada por C40 Cities, llega justo en ese contexto: como un espacio para conectar al gobierno, la industria y los actores financieros en la transición hacia una logística urbana más limpia y eficiente.
“El 70% de los gases de efecto invernadero en la ciudad proviene de las fuentes móviles”, explicó Julia Álvarez Icaza, secretaria del Medio Ambiente capitalina, durante una conversación con Cristina Argudo, directora regional para América Latina de C40 Cities. “Por eso, la electromovilidad y la modernización de flotas serán ejes centrales del nuevo plan.”
El transporte de carga, en el centro del cambio
Este Programa de Acción Climática no solo busca renovar el transporte público, sino también involucrar directamente al sector privado —incluidos los operadores logísticos— en la transición energética.
“Por primera vez, las metas de reducción de emisiones se contabilizarán de manera conjunta entre gobierno y empresas”,
subrayó Álvarez Icaza, marcando un cambio de paradigma en la gestión ambiental de la ciudad.
La modernización de flotas de carga y la creación de infraestructura para la recarga eléctrica son dos de los desafíos más inmediatos. “Hay que invertir en transiciones hacia formas de desarrollo económico más sustentables”, dijo la funcionaria, al señalar que la transformación del transporte urbano de mercancías no podrá lograrse sin el compromiso financiero y tecnológico del sector empresarial.
Desde la perspectiva de C40 Cities, la Ciudad de México se perfila como un laboratorio urbano para América Latina.
“Los planes de acción climática no son de una secretaría o una institución, son de toda la ciudad”, afirmó Cristina Argudo. “Lo relevante es que el sector privado deje de ser observador y se convierta en actor estratégico del cambio.”

Electromovilidad, inversión y colaboración
El programa ambiental de la capital incluye la electrificación del transporte público y de carga, la renovación de trolebuses y la expansión de infraestructura ciclista —302 kilómetros en este sexenio—, pero su éxito dependerá de las alianzas con el sector empresarial.
“El reto y la oportunidad están en invertir en innovación y tecnología”, apuntó Álvarez Icaza, quien considera que la colaboración público-privada será clave para financiar proyectos de electromovilidad, eficiencia energética, gestión de residuos e infraestructura verde.
Entre las acciones más inmediatas, la funcionaria destacó el desarrollo de una red de transporte eléctrico y la modernización de las flotas de carga, puntos que coinciden con la ruta de descarbonización planteada por Laneshift.
La transición no será sencilla: implica cambiar vehículos, infraestructura y hábitos de consumo energético. Pero la apuesta es clara.
“Nos hemos sorprendido de que en algunos sectores las emisiones privadas son incluso más altas de lo que imaginábamos”,
reconoció Álvarez Icaza, quien también celebró la disposición de las empresas para participar en los nuevos objetivos climáticos.
Para el sector logístico, esto se traduce en una oportunidad de ganar eficiencia y reputación ambiental. La electromovilidad en transporte de última milla, los centros de carga sostenibles y la adopción de energías limpias pueden convertirse en ventajas competitivas en una economía cada vez más regulada por criterios ESG.
“En la Ciudad de México existe una gran creatividad y diversidad de ideas”, concluyó la secretaria. “Si logramos convertir esa energía en inversión y colaboración, estaremos más cerca de tener una ciudad realmente sustentable y una logística más limpia.”













