Las empresas de tecnología llevan años lidiando con perturbaciones cada vez mayores en la cadena de suministro, por lo que era sólo cuestión de tiempo que se produjera una escasez de semiconductores como la que se vive actualmente en todo el mundo.
Aunque la amplitud y la profundidad de esta carencia en la industria tecnológica y en la economía mundial no tienen precedentes, la realidad es que esos eventos de interrupción serán cada vez más frecuentes, aseguró la consultora de gestión Bain & Company.
Ante este panorama, Peter Hanbury y Anne Hoecker, socios de esa firma publicaron un whitepaper en el que identifican dos lecciones a raíz de la escasez de semiconductores.
1. Las grandes interrupciones de la cadena de suministro no tienen soluciones rápidas
A pesar de los anuncios de inversión masiva por parte de los fabricantes de semiconductores y de las promesas de apoyo de los gobiernos, los stakeholders del sector han estado luchando contra una dura realidad: Las soluciones a corto plazo para la escasez de chips son limitadas.
Se necesitan de dos a tres años para construir una nueva fábrica de semiconductores.
La mayoría de estos centros están operando a toda su capacidad de producción desde el tercer trimestre de 2020.
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Además, añadir capacidad a una fábrica existente puede llevar más de un año: sumar solo un 5% o un 10% de capacidad en los nodos existentes de la cadena de suministro de chips costaría unos 40 mil millones de dólares.
2. Es poco probable que esta sea la última interrupción de la cadena de suministro tecnológico que afecte a múltiples industrias
Cada vez más productos de distintos sectores dependen de componentes que comparten la misma capacidad de fabricación.
La mayor parte de las inversiones en I+D de semiconductores y los gastos de capital para nuevas fábricas se destinan a la tecnología de vanguardia necesaria para producir chips avanzados de smartphones, laptops y servidores.
Sin embargo, los chips de "vanguardia" han sido el principal foco de la escasez, ya que estos chips, aunque se basan en tecnología desarrollada hace más de una década, desempeñan un papel fundamental en productos industriales como coches y lavadoras.
También son fundamentales en productos tecnológicos como laptops y smartphones.
Las fábricas que producen chips de vanguardia tienden a ser más viejas y están totalmente devaluadas, e históricamente han funcionado a toda su capacidad para lograr la máxima eficiencia.
El efecto en la industria automotriz
Por ello, cuando la demanda se disparó el año pasado, las fábricas de vanguardia no tenían exceso de capacidad.
Es posible que otros componentes compartidos entre industrias puedan provocar una nueva interrupción en la cadena de suministro, señalaron los especialistas.
Como ejemplo mencionaron que las empresas tecnológicas han sido las mayores consumidoras de baterías de iones de litio durante años, pero están siendo superadas rápidamente por la industria automotriz a medida que ésta se orienta hacia los vehículos eléctricos.
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En caso de escasez de baterías, los proveedores de tecnología podrían ser el cliente más pequeño y menos prioritario que pierde el acceso a un componente vital.
Por tal motivo, los gobiernos del mundo ya se están preparando para la posibilidad de una escasez de baterías.
La Unión Europea y la India son algunos de los que han anunciado este año subsidios para la producción nacional de baterías. Estados Unidos también ha señalado un mayor apoyo al sector.
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