Actualmente, se considera que el autotransporte de carga representa un poco más del 3% del PIB nacional, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La noticia que se dio a principios del 2017 relacionado con el incremento en los precios de los combustibles conmocionó de manera importante a este sector.
Si bien en el 2016 hubo incrementos parciales en los precios, éstos no impactaron de manera significativa en la estructura de costos del prestador de servicios de transporte ni para aquellas que cuentan con flotillas propias para distribuir sus productos. Sin embargo, el incremento en los primeros días de este año del precio del diésel aunado al nerviosismo en las economías y el precio del dólar por la reciente llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, provocó un ambiente de irritación, incertidumbre e inquietud en la mayoría de la población y de manera importante en el sector del autotransporte.
Muchas preguntas inmediatas surgieron a raíz de la problemática planteada: ¿La negociación de los nuevos tarifarios y contratos con clientes no contemplaban una variación de tal magnitud? ¿Quién absorbería el incremento?, ¿el consumidor final? ¿el cliente? ¿el prestador de servicios?, con pocas y confusas respuestas al respecto y la presión de no poder detener la operación, ya que los productos requieren ser colocados en un destino final, se veía un escenario complicado.
Actuar rápido ante la contingencia
Como parte de su DNA logístico y acostumbrados a trabajar bajo presión, habría que reaccionar rápido, sin colapsar la cadena de abastecimiento. Por primera vez desde hace mucho tiempo, se crearon consensos entre los actores de la cadena de suministro, el impacto era importante para todos y habría que ponerse de acuerdo en encontrar salidas inteligentes y lo menos dolorosas posibles por el bien de todos.
Algunos tomaron decisiones sin mucho análisis al respecto y determinaron un incremento promedio del 8% en las tarifas a sus clientes, medida que resultaba para varios sólo una aspirina para anestesiar el gran mal, y más aún, considerando nuevos avisos de incrementos así como la liberalización de los precios a partir del segundo trimestre del año.
Por otro lado, los más avanzados en esquemas colaborativos se sentaron a la mesa y juntos comenzaron a identificar las acciones a ejecutar en aquellos asuntos en donde el impacto fuera el menos doloroso para todos los involucrados.
La palabra mágica ante estos eventos es colaboración. Todo comienza con un reconocimiento del socio de negocio y de “estar” en las buenas y en las no tan buenas, además de lograr convertir la amenaza en oportunidad. Para ello la herramienta más efectiva para amortiguar los efectos negativos y que sea balanceado para todos los actores es la eficiencia logística. A continuación compartimos algunas acciones que están aplicando embarcadores y transportistas para lograr dicha eficiencia:
1. Maximizar el uso de la capacidad de carga de las unidades, con mínimos establecidos para salir a ruta.
2. Capacitación inmediata de los operadores para un manejo responsable y efectivo de las unidades y mejorar el rendimiento del combustible.
3. Utilización de tecnologías colaborativas que provoquen sinergias entre ambos actores para creación de circuitos cargado-cargado, evitando en medida de lo posible los regresos vacíos.
4. Búsqueda, análisis y exploración de esquemas de co-loading para combinar cargas de volumen y peso en rutas comunes con destinos similares.
En la medida en que las empresas se enfoquen a explorar éstas y otras alternativas, minimizarán el efecto negativo de este tipo de situaciones y además podrán generar esquemas colaborativos que modifiquen la forma tradicional del transporte de mercancías. En tiempos de crisis y de gran presión es donde históricamente se forjan las grandes transformaciones, el sector logístico tiene hoy en México la gran oportunidad de madurar y llevar al sector a niveles competitivos jamás alcanzados.
* El autor es COO de BIIS. /[email protected]