La capacitación en las empresas operadoras de servicios logísticos plantea, al igual que en otras industrias, el interrogante acerca de cuál sería la competencia clave a desarrollar entre los integrantes de esas organizaciones. Saberes técnicos especializados para enseñar-aprender, sin duda que los hay. Todos susceptibles de ser encarados en programas de formación que abarquen desde las operaciones más elementales a las más complejas y que mayor conocimiento requieren.
Sin embargo, si hubiera que definir un concepto central presente en todas las áreas y susceptible de ser desarrollado, nos inclinamos por el liderazgo. Pero, ¿a qué liderazgo nos referimos?
Frecuentemente, en la profusa cantidad de materiales escritos y filmados que hay sobre la materia, se suele tratar el tema del liderazgo apelando a grandes figuras de la historia de la humanidad que, en distintos ámbitos, desplegaron sus dotes de conducción. Desde Churchill hasta Stalin, desde San Martín hasta Perón, o figuras más pacíficas como Ghandi o Luther King, son bajados de su bien ganado lugar en la historia para sernos presentados como personajes a imitar. Lógicamente, lo único que aparece es una sensación, mezcla de envidia y desilusión, por lo que no seremos; así como un vano intento por imitar conductas únicas e irrepetibles.
No pretendemos colaborar en la construcción de grandes líderes que pasarán a la historia por sus logros y aún por sus fracasos. Hablamos de humildes “lidercitos” (gerentes, jefes, supervisores) que, día a día, colaboren desde su lugar de trabajo en el cumplimiento de su rol específico de conducción.
Si como todos coincidimos en señalar, la logística es una actividad en la que el factor diferenciador en calidad y eficiencia está dado por la gente, es obvio que pasa a primerísimo plano la calidad de la conducción que se ejerce:
- Liderar a la gente de la gestión comercial para satisfacer las necesidades de los clientes.
- Liderar a la gente de la gestión operativa para cumplir en tiempo y forma con los servicios.
- Liderar a la gente de la gestión administrativa para dar soporte e información oportuna.
¿Y cómo se logra mejorar este liderazgo?
Como sucede en general con las cuestiones en que está en juego toda la complejidad del ser humano, será menester posibilitar y facilitar un proceso de reencuentro con los propios saberes en la materia, de forma de contestar inequívocamente que algunos líderes nacen, pero otros también se hacen. En efecto, hacer, sentir y pensar son los conocidos ámbitos en los que se desenvuelve la naturaleza humana y el fenómeno del liderazgo no es ajeno a esta generalidad.
Liderar mejor es reemplazar el estilo del activista permanente, del pensador eterno o del sentimental sin remedio por el del integrador de razón, espíritu y emociones. ¿Se puede “enseñar” esto?
No, en términos clásicos de proceso de enseñanza-aprendizaje, desde afuera hacia adentro. Sí, en términos de generar espacios para el intercambio creativo de experiencias y vivencias que devengan en una mejora perceptible en el ejercicio del rol.
Un relato, un fragmento de una película, un intercambio de historias de situaciones, pueden disparar un proceso de aprendizaje en el que se construya o reconstruya una noción de líder alcanzable y no inasible en su idealización. Un ámbito propicio para la reflexión sobre la propia práctica y la de los otros, permitirá ir definiendo el estilo de liderazgo que se quiere desarrollar.
Es ajeno a este modelo el concepto de la conducción por el control que en una lamentable confusión del válido precepto de que “lo que no se mide, no se mejora”, termina implantando el sistema de “respirar en la nuca”, contracara del viejo y conocido modelo de la “zanahoria”, madre nutricia de desempeños supuestamente exitosos.
Así como el exceso de autoridad desnuda las carencias del que recurre a mandar porque no sabe conducir, el controlador compulsivo intenta vanamente cubrir su falta de liderazgo con un asfixiante manto de persecución.
La logística es una actividad que requiere creatividad, flexibilidad, apertura mental, aprender de los errores, compartir información, asociarse con el cliente y responder a lo imprevisto con imaginación y rapidez.
Por ello, todas estas cuestiones requieren de un liderazgo movilizador de los recursos interiores: los del líder mismo y los de quienes ocasionalmente están bajo su dependencia. Y a la hora de la preferencia de los clientes, la empresa que los atraerá y retendrá será aquella que cuente con un plantel de pequeños líderes de carne y hueso -no de próceres- conocedores de su trabajo, pero también de las grandes cosas de que son capaces los hombres si cuentan con la guía adecuada.