En los últimos años, la preocupación por el medio ambiente se ha intensificado en distintos ámbitos de la sociedad, incluyendo el sector empresarial y gubernamental.
Una de las medidas fiscales que ha cobrado mayor relevancia es la adopción de impuestos ecológicos o impuestos “verdes”, diseñados para penalizar conductas que generan altos niveles de contaminación y promover la transición hacia prácticas más sostenibles.
En México, la industria logística enfrenta desafíos y oportunidades ante la creciente implementación de estos gravámenes, que no solo buscan reducir la huella de carbono, sino también incentivar la innovación en procesos y tecnologías más limpias.
Antecedentes de la fiscalidad ecológica en México
La introducción de impuestos ecológicos en el país no es un fenómeno reciente, la Ley General de Cambio Climático (LGCC), promulgada en 2012, sentó las bases para la creación de instrumentos económicos y fiscales que contribuyeran a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Posteriormente, en 2014, se incluyó un impuesto al carbono en la Ley de Ingresos de la Federación, cuyo objetivo principal era gravar la venta y la importación de combustibles fósiles.
Aunque el monto inicial de este impuesto al carbono era relativamente bajo (aproximadamente 3.50 dólares por tonelada de dióxido de carbono emitida, según datos del Banco Mundial), su existencia marcó un precedente.
México se convirtió en uno de los primeros países de América Latina en adoptar un impuesto de este tipo a nivel nacional.
Desde entonces, varios estados han seguido el ejemplo, implementando o evaluando sus propios impuestos ecológicos para atender problemáticas ambientales específicas de cada región.
Panorama actual de los impuestos ecológicos en los estados
En el ámbito local, diversos estados han considerado o puesto en marcha impuestos ecológicos para abordar retos puntuales.
Uno de los casos más conocidos es el de Zacatecas, que en 2017 estableció un impuesto ecológico que grava, entre otras actividades, la emisión de contaminantes y la extracción de minerales.
Este impuesto generó un debate nacional sobre la constitucionalidad y la conveniencia de gravar la actividad minera y productiva, pero abrió la puerta para que otras entidades exploraran medidas similares.
- Nuevo León: Ha propuesto impuestos sobre emisiones vehiculares y residuos de manejo especial. El objetivo es destinar la recaudación a programas estatales de remediación y saneamiento ambiental.
- Guanajuato: Ha estudiado la implementación de un impuesto ecológico específico para la industria manufacturera y el sector de transporte.
- Quintana Roo y otros estados turísticos: Analizan el uso de impuestos ecológicos para contrarrestar los efectos del turismo masivo en áreas naturales protegidas y en la infraestructura local.
De acuerdo con informes de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), la adopción de impuestos ecológicos estatales varía en alcance y tasa dependiendo de las actividades económicas preponderantes y de las metas ambientales de cada entidad.
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Recaudación e impacto económico
Uno de los aspectos más relevantes para el sector empresarial, especialmente para las empresas de transporte y logística, es el impacto económico de estos impuestos.
Aunque los porcentajes de recaudación pueden variar, la tendencia general es que las empresas que generan mayores emisiones o consumen más combustibles fósiles terminen asumiendo costos adicionales.
Según un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, los impuestos ecológicos pueden representar entre un 1% y un 3% adicional en los costos operativos para ciertos sectores de la industria logística, dependiendo de la intensidad de uso de combustibles.
En el caso del transporte de carga por carretera, se estima que la huella de carbono representa hasta un 80% de las emisiones totales del sector, por lo que cualquier impuesto orientado al consumo de combustibles fósiles podría tener un impacto significativo en la estructura de costos.
Por otro lado, el Banco Mundial ha señalado que, si se diseñan adecuadamente, los impuestos ecológicos pueden convertirse en instrumentos de política pública efectivos.
Más allá de recaudar fondos, pueden fomentar la innovación y la adopción de tecnologías más limpias. En el mediano y largo plazo, esto podría traducirse en beneficios para las empresas, al incentivar prácticas de eficiencia energética, la renovación de flotas y la optimización de rutas.
Desafíos específicos para la industria logística
- Incremento en costos operativos:
- El principal desafío es el aumento en gastos relacionados con combustible, especialmente si estos impuestos se dirigen a los hidrocarburos o las emisiones directas de CO₂.
- Las pequeñas y medianas empresas de transporte pueden enfrentar más dificultades para absorber o transferir estos costos a sus clientes.
- Limitaciones tecnológicas:
- La transición hacia flotas más limpias (vehículos eléctricos, híbridos o de gas natural) requiere inversiones de capital significativo.
- La infraestructura de recarga eléctrica y de gas natural todavía es limitada en ciertas regiones de México y Latinoamérica, lo que dificulta la adopción masiva de estas tecnologías.
- Falta de homogeneidad regulatoria:
- Al provenir de legislaciones estatales, los impuestos ecológicos varían de una entidad a otra, generando incertidumbre y complejidad para las empresas que operan a nivel nacional.
- La falta de un marco fiscal unificado puede derivar en costos administrativos y de cumplimiento adicionales para el sector logístico.
- Poca concientización y capacitación:
- Aunque cada vez más empresas están al tanto de la relevancia de la sostenibilidad, no todas cuentan con personal capacitado para diseñar estrategias de cumplimiento ambiental o para calcular con precisión su huella de carbono.
- La ausencia de asesores especializados puede llevar a un uso ineficiente de los recursos o al pago excesivo de impuestos.
Oportunidades de la fiscalidad ecológica para la logística
No todo son desafíos, para la industria logística, la implantación de impuestos ecológicos también abre puertas hacia la innovación y la adopción de buenas prácticas que mejoren la competitividad. Algunas oportunidades incluyen:
- Optimización de rutas y sistemas de gestión de flotas:
- El uso de herramientas de telemática y software de optimización de rutas puede reducir el consumo de combustible en hasta un 15%, según estudios de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
- Una mejor gestión de la cadena de suministro impacta directamente en la reducción de emisiones y, por ende, en la menor carga impositiva.
- Renovación de flotas y energías alternativas:
- Si bien la inversión inicial en vehículos eléctricos o de gas natural puede ser mayor, existen programas gubernamentales y bancarios que ofrecen incentivos o financiamientos preferenciales para la transición a tecnologías limpias.
- La adopción de flotas ecológicas mejora la imagen corporativa y puede ser un factor de diferenciación en un mercado cada vez más consciente del medio ambiente.
- Colaboraciones y sinergias con proveedores y clientes:
- Al compartir los objetivos de sostenibilidad con todos los eslabones de la cadena de suministro, las empresas logísticas pueden desarrollar proyectos conjuntos de reducción de emisiones.
- Grandes empresas multinacionales exigen a sus proveedores cumplir con estándares ambientales, por lo que invertir en sostenibilidad podría abrir nuevas oportunidades de negocio.
- Créditos de carbono y mercados voluntarios:
- En México y Latinoamérica se están generando mercados de bonos de carbono que permiten a las empresas compensar sus emisiones apoyando proyectos de reforestación o energías renovables.
- De ser reconocidos por la autoridad fiscal, estos esquemas podrían reducir la carga de impuestos ecológicos, siempre y cuando se cumplan los protocolos de medición y verificación de las emisiones evitadas.
Comparaciones con otros países de Latinoamérica
Aunque México es pionero en la implementación de un impuesto al carbono a nivel federal, no es el único país de la región que aplica gravámenes ambientales.
Chile, por ejemplo, implementó un impuesto al CO₂ en 2017, centrándose en grandes emisores como centrales eléctricas y sectores industriales.
Colombia también introdujo en 2017 un impuesto al carbono con una tasa de 5 dólares por tonelada de CO₂ emitida, afectando principalmente a productores e importadores de combustibles.
En ambos casos, se observa una tendencia a utilizar estos recursos para financiar proyectos de transición energética, protección de bosques y desarrollo de tecnologías limpias.
Para las empresas de logística que operan a nivel regional, este panorama implica la necesidad de un estudio comparativo de la carga impositiva en cada país, así como la planificación de estrategias unificadas de reducción de emisiones.
Perspectivas a futuro
Los expertos coinciden en que, conforme México avance en sus compromisos internacionales de reducción de gases de efecto invernadero incluidos en el Acuerdo de París, es probable que se amplíe el alcance de los impuestos ecológicos, y que otras entidades federativas adopten nuevas modalidades de gravámenes verdes.
Además, conforme la opinión pública se incline cada vez más hacia la sostenibilidad, las empresas logísticas con estrategias sólidas de descarbonización y gestión ambiental podrían obtener ventajas competitivas en licitaciones y contratos con grandes clientes.
La tecnología también se espera que juegue un papel crucial, con la llegada de sistemas de ruteo inteligente basados en inteligencia artificial, vehículos autónomos de baja emisión y soluciones de Internet de las Cosas (IoT) para el monitoreo en tiempo real de la huella de carbono.