15 de Enero de 2025

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Histórico

Logística humanitaria: planeación y control del producto

Redacción TLW®

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Cada año, desastres naturales o provocados por el hombre afectan a millones de individuos. El programa Estrategia Internacional para Reducción de Desastres de la ONU (UN/ISDR, por sus siglas en inglés United Nations/International Strategy for Disaster Reduction, 2010) indica que en el 2004 el total de desastres naturales a nivel mundial fue de 305. Éstos afectaron a 150.5 millones de personas y provocaron 244 mil 577 muertes. El número de desastres se incrementó a 360 en el 2005, afectando a 157.5 millones de personas y provocando 91 mil 963 muertes.

El director ejecutivo del programa de la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente reportó que durante el primer trimestre del 2008 se registraron 400 incidentes que provocaron miles de muertes y más de 82 mil millones de dólares en pérdidas materiales.

Entre los desastres naturales más importantes ocurridos en el 2008 —en términos del número de personas afectadas— estuvieron el ciclón Nargis en Myanmar; la tormenta Emma en Europa; las inundaciones en Missisipi; y el terremoto en China.

Desafortunadamente, el número de desastres naturales mostró una tendencia creciente durante el período de 1975-2005; pronosticándose que ese crecimiento continuará en los siguientes 50 años, razón por lo cual los gobiernos de todos los países están cada vez más preocupados en cómo ofrecer una ayuda oportuna a las poblaciones que pudieran resultar afectadas.

Entre los desastres naturales más frecuentes o recurrentes están las inundaciones y los tornados. Para los países miembros de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD, por sus siglas en inglés, Organization for Economic Cooperation and Development), el daño económico asociado a este tipo de desastres durante el período de 1991-2005 se estimó en 103.27 billones de dólares para el caso de inundaciones y en 358.49 billones de dólares para los tornados.

En países de América (tanto miembros como no miembros de la OECD) el daño económico reportado por desastres hidrometeorológicos ascendió a 400.82 billones de dólares durante el período citado. Este tipo de desastres afectaron a 5 mil 186 millones de personas y mataron a 6.23 millones. México ocupó el séptimo lugar (junto con Turquía) en la lista mundial de países afectados por desastres naturales en el 2005, siendo los desbordamientos de ríos provocados por distintas causas uno de los mayores riesgos.

Según datos del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), en el 2008 un total de 307 municipios de 16 entidades federativas fueron declarados en desastre por la Secretaría de Gobernación. 212 de estos municipios fueron declarados en desastre a causa de lluvias, 87 por inundaciones y 26 por ciclones, destinándose una ayuda de 15 mil 893 millones de pesos para atender a la población damnificada (Fuentes, 2009).

La magnitud de las cifras anteriores más la atención continua de donadores y medios de comunicación sobre los resultados de las operaciones de asistencia de organizaciones humanitarias y gubernamentales ha incrementado la preocupación por diseñar estrategias que aseguren la efectividad de las operaciones de asistencia, de las cuales 80% resultan ser de logística.

Atención rápida y eficiente
La logística humanitaria se define como el proceso de planeación, implementación y control efectivo y eficiente de los flujos de productos, materiales e información desde los donadores —individuos y organizaciones— hasta las personas afectadas con el fin de atender sus necesidades de supervivencia. La aplicación de conocimientos y habilidades, más la movilización de personas y recursos, es esencial para atender rápida y efectivamente a la población afectada.

Cabe aclarar que esta definición de logística humanitaria incluye tanto la tarea de proporcionar una ayuda continua por largos períodos para aliviar eventos de hambruna o dar apoyo a refugiados, como brindar asistencia inmediata y temporal a una población que ha sido afectada por un desastre repentino, ya sea natural o provocado. El interés de este artículo es para el segundo caso y en específico cuando el evento califica como desastre natural.

Desafortunadamente, las operaciones de logística humanitaria son altamente complejas, ya que se requiere responder de inmediato a situaciones no predecibles en términos de qué se demanda, qué tanto, cuándo, dónde y cómo se podría distribuir la ayuda, lo que implica tener una alta flexibilidad.

A la complejidad derivada de la incertidumbre, hay que agregar que en ocasiones las organizaciones humanitarias como la Cruz Roja y otras no gubernamentales, se ven saturadas con donaciones no solicitadas o bien se enfrentan a políticas locales (por ejemplo trámites aduanales o consulares) que provocan cuellos de botella y frenan el flujo de los recursos estrictamente indispensables requeridos para cubrir las necesidades inmediatas de sobrevivencia de la población.

También se da el caso de una saturación de organizaciones o individuos prestando ayuda en la zona de desastre; esto más que aumentar la cantidad de recursos para aliviar la situación resulta en caos cuando no hay un líder que organice las actividades de ayuda, asigne responsabilidades y conjugue recursos. De aquí la necesidad de anticipar o establecer cuáles son los recursos más necesarios, estimar la longitud de la operación de ayuda, la frecuencia del surtido de distintos bienes y los esquemas de coordinación más eficientes.

Etapas para las operaciones de ayuda
Lee y Zbinden (2003) identifican las siguientes tres fases para las operaciones de ayuda ante un desastre: preparación, respuesta inmediata luego del desastre y reconstrucción. Las actividades de estas fases se traslapan entre sí y todas requieren de soporte logístico si bien la cantidad y variedad de los suministros requeridos varían con cada etapa.

Para la primera fase, la preparación no se refiere a prever la ocurrencia del siniestro, sino a desarrollar la capacidad de responder ante el desastre de tal manera que su efecto se abata y se faciliten las operaciones de asistencia. Si bien resulta difícil “prepararse” para un desastre, hay zonas más propensas a ellos que pueden lograr mejores resultados al implementar una estrategia de prevención que al distribuir ayuda una vez que ha ocurrido el desastre. La estrategia de preparación para una catástrofe, según Wassenhove (2006), incluye cinco elementos críticos:
1) Despliegue de recursos humanos. Selección y capacitación de las personas que se harán cargo de planear, coordinar e intervenir en caso de desastre. Este punto tiene como objetivo de largo plazo desarrollar buenas capacidades locales para responder a los problemas.
2) Administración del conocimiento. Almacenar, codificar y utilizar la información sobre eventos anteriores para mejorar las estrategias de prevención y ayuda. En este punto es importante el empleo de sistemas de información geográficos (GIS) que faciliten el reconocimiento de la infraestructura del país, den detalles sobre el estatus de carreteras, puertos o puntos fronterizos y permitan el rastreo de vehículos transportando productos o individuos.
Esta información es relevante por ejemplo en el diseño de estrategias de evacuación. El registro de las fuentes locales que pueden abastecer recursos críticos, la identificación de los artículos más demandados en otros eventos similares y de aquellos que no fueron requeridos es también información relevante para mejorar los planes de ayuda.
3) Administración de operaciones. Se relaciona directamente con las actividades de logística, ya que considera tópicos como la definición de los centros de acopio donde se concentrarán los bienes, la especificación de los sitios más adecuados para ubicar albergues, así como el diseño de las rutas de distribución de los recursos de apoyo y de las rutas de evacuación bajo varios escenarios.
4) Recursos financieros. Asignación de recursos monetarios para desplegar las operaciones de ayuda. Por ejemplo, cuando ya se cuenta con acuerdos precompra con proveedores de medicamentos y alimentos, el suministro de estos productos es inmediato si hay dinero disponible.
5) Colaboración. Definir acuerdos sobre cómo distintos actores (gobierno, instituciones privadas, ONGS y la comunidad) se coordinarán en caso de siniestro. También aquí hay que considerar la instrucción de la población en cuanto a qué hacer en caso de un evento.
En este punto se mencionan diferentes formas de coordinación entre los participantes en el esfuerzo de logística humanitaria, entre ellas están: por mandato (coordinación centralizada por algún organismo líder), por consenso (el conjunto de actores participantes auto coordina sus actividades) y por default (alguien asume el rol coordinador durante el evento según sus capacidades).

La fase de respuesta inmediata luego del desastre es la que crea la mayor atención de los medios y también la más intensiva en actividades de logística. Para atender a esta fase se requiere de la integración de una cadena de abasto que, a diferencia de las cadenas empresariales, enfrenta una demanda muy incierta, la falta de fuentes de suministro predefinidas y de una red de transporte ya establecida. A continuación se resaltan las principales diferencias entre las cadena de abasto empresariales y humanitarias.

A pesar de la diferencia entre las cadenas de abasto empresariales y humanitarias, Ernst (2003) identifica tres procesos logísticos empresariales que se pueden trasladar al contexto de logística humanitaria:
a) Administración de la demanda. La pronta especificación de los recursos indispensables y la identificación de las fuentes locales de abasto es relevante para satisfacer la demanda y evitar la acumulación de recursos no requeridos. Esta información puede obtenerse de registros históricos y cuando se tiene comunicación directa con el sitio afectado.
b) Administración del abasto. El objetivo en esta etapa es clasificar adecuada y rápidamente la ayuda, para así informar a los donadores sobre los artículos en exceso.
c) Ejecución del plan de apoyo. En este proceso es crítico identificar las mejores alternativas para la evacuación de la población considerando rutas y horarios, así como el transporte (modos y rutas) para la entrega de la ayuda. El transporte de productos hacia la zona debe no sólo tomar en cuenta la rapidez de los flujos, sino también garantizar la higiene, calidad y aceptación de los productos que se entregan.

La última fase de las operaciones de ayuda, la reconstrucción, implica apoyar a las comunidades afectadas para su pronta recuperación. Usualmente en la fase de respuesta inmediata se distribuye una ayuda de emergencia y las personas son ubicadas en albergues temporales. Eventualmente, en la mayoría de los casos, los individuos afectados retornan a la zona afectada y es necesario apoyarles para que se reintegren a sus actividades normales lo más pronto posible.

La fase de recuperación tiende a ser la de mayor duración y la que requiere de mayores recursos económicos (Howden, 2009). En ocasiones hay necesidad de reconstruir no sólo viviendas sino también edificios públicos como escuelas y hospitales. La selección de los proyectos más adecuados en términos de seguridad ante futuros desastres, beneficio social y costo es uno de los temas de investigación relevantes asociados a esta última fase.

*Director del Posgrado en Ingeniería Industrial del ITESM Campus Toluca, tiene un Doctorado en Investigación de Operaciones y realiza investigación en temas relacionados con la cadena de suministro.
**Profesora titular, tiene un doctorado en Administración y realiza investigación en temas relacionados con la cadena de suministro.
*** Ingeniera Industrial y de Sistemas. Estudia la Maestría en Ingeniería Industrial (MII) en el  ITESM Campus Toluca.


**** Consulte el artículo completo en la edición impresa de octubre de la Revista Énfasis Logística México Centroamérica


Redacción TLW®

Equipo editorial de THE LOGISTICS WORLD®, conformado por periodistas especializados en la industria del transporte, supply chain, manejo de almacenes y tecnologías logísticas.

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