Es un hecho que China ha comenzado a andar, incluso más rápido de lo que se pensaba. Lo novedoso es que ha puesto un pie en América Latina, espacio con el que tradicionalmente no había tenido relación y que siempre había sido lugar de influencia de las potencias de occidente. Esto ha atraído la atención de los centros de poder. Esta nueva presencia ha introducido un elemento dinamizador en las relaciones de los países latinoamericanos, que abre nuevas oportunidades para el desarrollo, pero también plantea importantes desafíos para que esta relación no reproduzca un modelo de intercambio de materias primas por bienes manufacturados que ya experimentó este continente.
En el trabajo se analizan las causas y consecuencias de las relaciones económicas entre China y América Latina, especialmente la Argentina. Es necesario entender por qué se ha dado esta nueva relación, qué consecuencias está teniendo, qué beneficios podría generar y qué desafíos plantea.
En 2010, China se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo y en el primer exportador mundial, adelantándose bastante a lo que señalaban los pronósticos más optimistas. Este proceso de crecimiento económico acelerado y la necesidad de asegurarse materias primas, energía y alimentos para atender a su población y abastecer su sistema económico, son una de las causas del acercamiento inédito que se ha producido entre este país y América Latina. Pero no las que explican por qué esta milenaria nación tiene esa dinámica económica que le permite crecer a altas tasas. El fuerte crecimiento de China responde a un proceso mundial que también afecta a Sudamérica y a la Argentina.
Con los datos que presenta el último Informe de Perspectivas Mundiales 2010, del FMI, se puede predecir que ese año las economías avanzadas explicaran sólo un 31% del crecimiento mundial, mientras que las emergentes y en vías de desarrollo implican el 69% del mismo. Esta tendencia continuará agudizándose en los próximos años: para 2012, los países desarrollados explicarán aún menos: el 26% del crecimiento del PBI mundial, mientras los emergentes y en vías de desarrollo generarán el 74%.
Dentro de los países emergentes, el grupo principal lo integran India, China, Brasil, Rusia, Sudáfrica y algunos otros, entre los que se podría ubicar en una segunda línea a la Argentina. Y dentro de ese grupo, el país más emergente, por tamaño de su población, por el volumen de su economía y por el crecimiento que ésta logra cada año, es China.
La presencia China en América Latina
La necesidad de proveer de recursos a una economía que crece al 10% anual lleva a que China esté aumentando su presencia en numerosas regiones del mundo. Precisa, por sobre todo, abastecerse de petróleo, para poder mantener en funcionamiento su sistema productivo, los minerales que no dispone para utilizar en sus procesos industriales y alimentos para dar de comer a una población cada vez más urbana. Entre otras cosas, esta población demanda más carne (básicamente cerdo) que, para criar, requiere de soja. Argentina es un proveedor natural.
Hace ya tiempo que China está abiertamente lanzada a diversificar sus relaciones con otras regiones, buscando desarrollar aliados políticos, profundizar sus relaciones comerciales, contar con nuevos mercados donde poder vender sus productos (para no depender tan fuertemente de los países desarrollados) y lograr el acceso a nuevas fuentes de materias primas y energía. Está aumentando fuertemente su presencia en regiones no tradicionales, como África y América Latina, donde históricamente no tuvo mayores relaciones.
Desde 1990 hasta la fecha, el comercio exterior de China con América Latina creció exponencialmente. Las exportaciones de América Latina a China crecieron 35 veces, mientras las exportaciones totales lo hicieron 6,5 veces. En el caso de Argentina, los valores respectivos fueron 26,5 veces contra 5,6 de las ventas externas totales. En el caso de las importaciones desde ese país, los números son aún más contundentes: para toda la región, crecieron 135 veces en el período 1990 – 2008 frente a un crecimiento de las compras totales de 7,7 veces, mientras que para la Argentina, crecieron 224 veces frente a 14 veces que crecieron las importaciones totales.
No se sabe qué sucederá a futuro, pero mientras tanto, los países emergentes siguen creciendo y ganando importancia económica y política, y ellos, por sobre todos. Pero ahora lo que más necesitan es mantener esa relación en buenos términos, como está formalmente, y en segundo lugar, conseguir los recursos necesarios para poder seguir produciendo lo que esa relación le demanda, que es lo que le permite crecer.
Ese es su actual desafío y para ello desarrolla su estrategia. Hasta ahora lo está pudiendo manejar y le está resultando efectiva. Mientras, diversifica sus mercados, crea nuevos lazos con otros países, se fortalece en su rol en el SE de Asia, compra reservas financieras americanas y se rearma en su región.
Mirar hacia adelante
China sabe que América Latina, especialmente América del Sur, es un espacio con mucha potencialidad para el futuro. Quizás más de lo que piensa la propia población latinoamericana. Está dotada de grandes reservas de alimentos, elementos minerales, energía, biodiversidad, un extenso territorio (no del todo aprovechado) y un elemento fundamental: agua. Además de ello, su población es culturalmente uniforme, no tiene conflictos armados, ni problemas religiosos, étnicos o culturales. Está ubicada estratégicamente, con una muy extensa costa mirando al Atlántico y otra al Pacífico, donde se encuentran los dos pasos que los unen. Su población, de 400 millones de habitantes, crece sostenidamente, y en la última década, luego de haber atravesado y superado graves crisis políticas y económicas, está teniendo un crecimiento económico considerable y ha estabilizado su situación macroeconómica. Por si fuera poco, está intentando llevar a cabo un proceso de integración regional, por primera vez desde su independencia, hace 200 años. Si los países logran consensuar e implementar un proyecto común, la región seguramente va a ocupar un lugar más importante en la escena mundial que el que ha jugado hasta ahora. Es cierto que aún tiene enormes desafíos por delante, pero está atravesando su mejor período en un largo tiempo y pareciera haber encontrado una de las llaves para lograr su desarrollo: estar unida y confiar en sí misma para el futuro.
Otro elemento a tener en cuenta es que parte del juego de la República Popular para recuperar la soberanía de la isla de Taiwán se juega en nuestro continente. Entre los 23 países que aún reconocen a esta isla como la representación diplomática de China (muchas de ellas son territorios pequeños o islas), 11 se encuentran en América Latina y uno en América del Sur: Paraguay. En América Central, la situación es más profunda. Sólo Costa Rica reconoció la República Popular, y lo hizo en junio de 2007. La estrategia china de ir seduciendo a estos países para obtener su apoyo consiste en desarrollar lazos económicos y comerciales con estos estados, colaborar en su apoyo financiero y realizar en sus territorios inversiones de infraestructura.
Este acercamiento puede verse reflejado en el crecimiento exponencial del comercio exterior entre ambos bloques. Mientras las importaciones de la región desde ese país representaban el 0,6% de las compras totales en 1990, en 2008 esa proporción había crecido hasta el 10,8%. Para las exportaciones a China el crecimiento fue menor: pasaron de representar el 0,7% a significar el 3,9% del total vendido al exterior. Pero si tenemos en cuenta sólo los productos primarios, que son los que más adquiere esta nación, los exportados a China han incrementado su participación en el total exportado del 0.5% al 7,7%.
En el caso de nuestro país, el espacio ganado por China en materia comercial, también fue muy
elevado. Mientras las exportaciones hacia ese mercado pasaron del 2% al 9% de las exportaciones totales, en el mismo período las importaciones desde China pasaron de representar el 0,8% del total a representar el 12,4%. En el caso de las exportaciones primarias el aumento fue mucho mayor, pasaron del 3,6% al 23% en el mismo período.
Pero si analizamos el comercio de bienes manufacturados de América Latina, el mismo ha sido mucho más beneficioso para China: mientras las exportaciones de bienes manufacturados a China se han mantenido prácticamente estables en valores muy bajos (pasaron del 0,9% del total de bienes manufacturados exportados, al 1,9%) las importaciones de bienes industriales desde china pasaron de representar el 0,6% en 1990 al 12,2% en 2008. En el caso de los de mayor tecnología (y más valor agregado), mientras las exportaciones a china pasaron del 0,1% al 1,4%, las importaciones de bienes alta tecnología desde China pasaron del 0,6% del total en 1990 al 22,8% del total en 2008.
En cuanto al intercambio comercial entre Argentina y China de bienes manufacturados, el caso es muy similar: mientras las ventas de estos rubros a China pasaron del 1,6% al 4,9% de las exportaciones totales de bienes industriales, en el caso de las importaciones, pasaron del 0,9% al 13,6% de los compras de bienes industriales totales. En el caso de las exportaciones de alta tecnología, las exportadas a China pasan de ser el 0,1% del total exportado de ese rubro a representar el 0,5% en 2008, mientras la misma relación para las compras pasa de 0,8% a 19,7%.
Más allá de las cifras que muestran el estado de la situación actual, Sudamérica, como región, necesita desarrollar nuevos vínculos con el mundo que le permitan modificar su estructura económica. Esto lleva a atender una serie de cuestiones fundamentales:
1. Necesita desarrollar nuevos vínculos políticos con otras zonas emergentes del mundo con quienes se comparta el objetivo de lograr un desarrollo equilibrado y armónico, que permita desplegar el potencial humano, económico, natural y cultural de la región.
2. Precisa diversificar sus mercados de exportación e importación, para desarrollar una nueva matriz de relacionamiento económico con el exterior, poniendo el acento en desarrollar su economía.
3. Requiere atraer inversiones productivas que le permitan integrar su economía, poniendo el acento en aquellas inversiones que apunten a exportar productos de alto valor agregado.
4. Necesita modificar su estructura económica para pasar a un modelo industrial que agregue más valor, que genere más y mejores puestos de trabajo, que aumente la productividad media de la economía, genere más riqueza y la reparta más equitativamente.
5. Precisa desarrollar áreas y sectores estratégicos en los que actualmente es dependiente del exterior, como el energético, el biotecnológico, el espacial, el informático, el de las telecomunicaciones, o el militar, entre otros.
Es un hecho que la presencia de China en la región se ha convertido en un elemento dinamizador que ha resultado positivo para la mayoría de los países. Por supuesto, ello no significa que no plantee desafíos. Pero más allá de ello, no hay dudas que este proceso abre nuevas y auspiciantes oportunidades. Es oportuno señalar los beneficios más importantes que ha producido:
• Han aumentado muy fuertemente las exportaciones hacia ese país. Las mismas son principalmente productos primarios con muy poco valor agregado pero, aún así, ha implicado una diversificación importante de los destinos tradicionales de exportación, lo que resulta positivo para la región y para nuestro país.
• Dado que la nueva demanda china de los productos primarios que exporta la región ha sido superior al aumento de la oferta mundial de alimentos, minerales y energía, ello ha llevado a un fuerte aumento del precio de estos commodities, que ha beneficiado a los países exportadores, incluida la Argentina.
• Esta situación ha permitido revertir fuertemente los términos de intercambio a favor de la región. Se ha reducido la cantidad de productos que se debe exportar para comprar una determinada cantidad de productos que se importan del resto del mundo. Pero esta situación, que es muy positiva en el corto plazo, no es eterna. Tanto Argentina como toda América Latina han atravesado en el pasado numerosos períodos de auge de productos primarios que lideraron ciclos de crecimiento económico basados en su exportación. Y todos terminaron de igual modo: se llega al final del ciclo cuando el auge por el producto pasa y la economía que lo sostenía decae, sin dejar estructuras que continúen el crecimiento en el futuro. La historia económica ya demostró que el desarrollo pasa por industrializar los recursos naturales, transformar en capital fijo los excedentes comerciales y productivos, exportar valor agregado, invertir en mejorar la infraestructura para potenciar la economía, y crear otras industrias y actividades que aprovechen el impulso inicial, de manera de continuar el proceso de crecimiento, si la actividad original decae.
• Esta situación, junto a un manejo competitivo del tipo de cambio ha permitido pasar a tener saldos positivos en la cuenta corriente del balance de pagos. En el caso de la Argentina, la implementación de políticas activas de control de las importaciones ha permitido que en este nuevo período, por primera vez en la historia, se evitara las crisis de balanza de pagos que se producían inevitablemente cada cierto tiempo, interrumpiendo los procesos de crecimiento y desarrollo, generando problemas y desórdenes económicos a partir de las devaluaciones del tipo de cambio, que reducían abruptamente el valor de la moneda.
• Las necesidades de China por contar con las materias primas que exporta América Latina, la está llevando a invertir en obras de infraestructura en la región para facilitar la salida de las mismas por diferentes medios. Si bien, las obras realizadas fueron significativamente menores a las anunciadas, se producen donde a este país le conviene y aún son muy inferiores a las que realiza Estados Unidos o Europa, ello le permitió a los diferentes gobiernos mejorar su poder de negociación ante los organismos financieros internacionales y evitar las condicionalidades y exigencias de sus programas de cooperación.
Desafíos para el futuro
La presencia china también provoca dificultades y desafíos que exigen nuevas respuestas. La primera y más importante cuestión viene dada por el hecho de que, siendo China el principal exportador mundial, el resultado del balance comercial en materia de valor agregado es muy deficitario para Latinoamérica y para la Argentina.
El 72% de las exportaciones latinoamericanas a China, y el 71% de las exportaciones argentinas, son bienes primarios. Y de las exportaciones de manufacturas restantes, el 56% de las de América Latina y el 85% de las de Argentina son manufacturas basadas en recursos naturales. Ello implica que sólo el 12% de las exportaciones de América Latina a China son bienes de baja, media o alta tecnología, mientras en el caso de la Argentina, ese porcentaje se reduce a 4,2%. Si tenemos en cuenta que las importaciones de manufacturas desde ese país a la región se elevan al 97,8% y que las de la Argentina son del 99,3%, está claro que este punto se debe modificar a futuro.
Está claro que no es fácil venderle productos industriales a China, incluso para las economías desarrolladas. Pero debería pensarse en modelos graduales, que en una primera etapa implicaran agregación de valor a exportaciones primarias, y posteriormente a otros bienes de mayor complejidad, de manera de ir equilibrando en el tiempo este intercambio. También debería servir para atraer inversiones que permitieran fabricar localmente parte de los bienes que se importan.
También se debe señalar que hay un trabajo estrecho del Gobierno con las cámaras para regular las entradas de productos que ingresan al país en condiciones desleales y que, junto a la introducción de las licencias no automáticas, ello ha colaborado en mantener la balanza comercial global equilibrada. Pero es una estrategia defensiva que tiene sus límites y genera muchas tensiones con los demás países.
También para China, esta situación, en algún sentido, representa una cuestión pendiente. Mientras esta nación señala que Argentina es un aliado estratégico, en los hechos se mantiene una relación desequilibrada, donde se intercambian bienes primarios por productos manufacturados. Así, se asume el riesgo de que, en algún momento, la misma se interrumpa.
El ascenso chino también ha producido problemas para algunos países de la región (especialmente para México, República Dominicana y otros países de América Central), que exportaban manufacturas tradicionales de bajo valor agregado como vestuario, textiles y algunos electrónicos menos complejos, que se han visto desplazados de terceros mercados, donde la producción masiva y barata de esta nación fue más competitiva (a veces con importante apoyo del Estado).
El caso de las inversiones también podría potenciarse. Si bien las autoridades chinas anunciaron algunos programas de gran envergadura, las mismas se han ido concretando más lentamente. Más allá de ello, al menos les permitió a los líderes y gobiernos de la región saber que podían contar con una fuente de inversiones alternativa. La atención generada permitió apreciar a ese país como un actor importante en ese terreno. El tema de fondo no radica en la magnitud de las inversiones, sino que las inversiones se concretan siempre en áreas que a China le resultan necesarias para asegurar la salida de los recursos primarios. Esta región necesita atraer aquellas inversiones que permitan aumentar las exportaciones a ese país, pero también a cualquier otro. La apertura o el mejoramiento de puertos, la construcción de nuevos o mejores caminos, la puesta en funcionamiento o mejora de los ferrocarriles, son todos hechos que permitirían aumentar la potencialidad económica de la región y de nuestro país.
Con esto no se quiere poner en duda que la presencia China en la región representa una buena oportunidad. De hecho, ha permitido subir los precios de los productos primarios que venden Argentina y la región, fortalecer la situación macroeconómica general, diversificar el destino de las exportaciones y mejorar la posición negociadora de la Argentina y de la región. Pero se necesita traducir esa presencia en elementos que permitan modificar la estructura económica de la región. Esta presencia debería utilizarse para desarrollar nuevos emprendimientos económicos de alta productividad, orientados al mundo, con un nuevo patrón productivo de mayor valor agregado. Para lograr esto, es necesario que América Latina (o los países integrantes de UNASUR), en conjunto, reorienten la relación. Mientras China tiene una estrategia clara de inversión y de negociación, los países de la región, negocian separadamente. Con ello pierden fuerza.
Conclusiones
Tanto China como América Latina comparten su visión sobre el futuro al que aspiran, han planteado su deseo de potencializar las relaciones Sur - Sur, y trabajan activamente en los foros mundiales para el afianzamiento de un mundo multipolar. El país oriental, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y Argentina, como miembro del G-20 y como responsable del G-77, comparten posiciones comunes en estos espacios de negociación internacional. Por otra parte, es claro que China necesita los alimentos, los productos primarios y la energía que posee Sudamérica para poder seguir creciendo a futuro. A su vez, dispone de capitales y experiencia productiva y exportadora, que sería muy útil para nuestra región. Es una buena base para negociar y reconducir la relación. Debemos vernos como socios estratégicos. Pero la iniciativa debe ser de esta región.
La oportunidad está latente. Es un desafío estratégico. Depende de lo que se logre, el futuro nos encontrará de una u otra forma. Hasta ahora se avanzó positivamente: se tomó conciencia de la situación, se planteó la necesidad de generar un cambio, y el gobierno chino, al menos formalmente, dio su conformidad. Ahora se necesita pasar a los hechos. Podría ser la base de una nueva inserción internacional y de un período de alto crecimiento, tanto para la Argentina, que podría impulsar una nueva era industrial, como para todas las regiones del país, que podrían experimentar una alta demanda de productos manufacturados de las materias primas, que hoy se venden con poco valor agregado. Es la inserción internacional que se necesita, la que alienta el desarrollo.
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