La segunda ola de la guerra comercial está tomando una escala global, lo que podría abrir nuevas oportunidades para las naciones sudamericanas.
Recientemente, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció un arancel del 100% a la importación de vehículos eléctricos chinos, además de imponer un arancel del 25% sobre el acero y aluminio de origen chino. Estas medidas forman parte de un creciente conflicto comercial que también involucra a la Unión Europea y a Estados Unidos.
China, que siendo un actor clave en el comercio global y el principal mercado de exportación para productos como la colza, el trigo, y la carne de cerdo y vacuna canadiense, ha quedado en el centro de estas acciones proteccionistas.
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La Unión Europea ha seguido un camino similar, imponiendo aranceles a los vehículos eléctricos chinos en un intento de proteger su mercado interno, esta medida ha llevado a China a considerar represalias contra productos europeos, incluyendo productos cárnicos y lácteos, lo que podría afectar significativamente a la agroindustria europea.
Además, la UE ha implementado aranceles provisionales al biodiésel chino por presuntas prácticas de dumping, paralelamente, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos ha comenzado investigaciones para detectar posibles irregularidades en la importación de aceite usado de China, un insumo clave para la producción de biodiésel.
Estos desarrollos están "cocinando" una guerra comercial entre las naciones de la OTAN y China, abriendo posibles oportunidades comerciales para países sudamericanos que no están alineados con estas potencias. La demanda de productos agrícolas y manufacturados de estas regiones podría aumentar, brindando una oportunidad única para expandir su presencia en el mercado global.
La intensificación de la guerra comercial entre potencias como Canadá, la Unión Europea, Estados Unidos y China no solo está remodelando el panorama del comercio global, sino que también está creando nuevas oportunidades para las naciones sudamericanas y al mantenerse al margen de estas tensiones, los países de la región tienen la oportunidad de fortalecer sus relaciones comerciales y aumentar su presencia en mercados internacionales, diversificando así sus exportaciones y aprovechando la creciente demanda de productos agrícolas y manufacturados.
Esta situación podría ser una ventaja estratégica para Sudamérica, posicionándola como un socio comercial clave en un mundo cada vez más dividido.
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Las compañías chinas ven en estos aranceles antisubvención una señal de alarma.