La administración de Donald Trump en Estados Unidos se encuentra en plena carrera por intentar recuperar su liderazgo en la fabricación de semiconductores, impulsado por inversiones multimillonarias y políticas como la CHIPS and Science Act.
Sin embargo, los datos comerciales revelan que la mayor parte de los chips y semiconductores que hoy abastecen a su industria tecnológica y de defensa aún provienen del extranjero, particularmente del sudeste asiático y de Taiwán.
La tensión crece en el sector luego del reciente anuncio del mandatario para imponer aranceles del 100% a las importaciones de semiconductores con excepción de las empresas que "estén construyendo en Estados Unidos".
Si bien estas medidas buscan presionar a China y reducir la dependencia extranjera, expertos advierten que podrían tener efectos contraproducentes para los esfuerzos de relocalización de manufactura en suelo estadounidense y aumentaría el costo de productos tecnológicos que necesitan de esos chips.
¿De dónde provienen los chips que llegan a Estados Unidos?
En 2024, Estados Unidos importó aproximadamente 23.3 mil millones de dólares en semiconductores, según datos consolidados de diversas fuentes oficiales y de análisis comercial. Los principales países que los envían son:
- Taiwán
Taiwán fue el principal proveedor, exportando cerca de 11.9 mil millones de dólares en chips a EE. UU. durante 2024, sobre todo en semiconductores lógicos avanzados para centros de datos, IA y defensa.
- Malasia
Malasia aporta alrededor de 10.3 mil millones de dólares, ocupando la segunda posición o cercana en valor total de exportaciones hacia EE. UU., especialmente en etapas de empaque y pruebas de chips.
- Israel
Israel suministró aproximadamente 4.6 mil millones de dólares, principalmente en chips de nicho y componentes especializados.
- Corea del Sur
Exportó cerca de 2.5 mil millones de dólares en semiconductores a EE. UU., destacando en memoria DRAM y NAND bajo marcas líderes como Samsung y SK Hynix.
- Vietnam
Vietnam exportó aproximadamente 5.8 mil millones de dólares, equivalente a aproximadamente 25 % del valor total de importaciones de EE. UU., principalmente en ensamblaje y empaque de chips menos avanzados.
- Tailandia
Con exportaciones por 3.6 mil millones de dólares y una participación de aproximadamente el15 %, Tailandia desempeña un rol clave en componentes intermedios del sector electrónico y automotriz.
- India
India exportó cerca de 1.7 mil millones de dólares, representando alrededor del 7 % del total. Su papel está creciendo en pruebas, empaque y ensamble de chips menos sofisticados.
Producción nacional: el lento regreso
Durante décadas, Estados Unidos fue líder mundial en la fabricación de semiconductores, pero su participación cayó del 37 % en 1990 a solo el 12 % en 2020, según la Semiconductor Industry Association.
En respuesta, la administración Biden aprobó en 2022 la CHIPS and Science Act, que contempla 39 mil millones de dólares en subsidios directos, además de incentivos fiscales por hasta USD 75 mil millones.
Gracias a esta política, empresas como Intel, Samsung, TSMC y Micron han anunciado proyectos de gran escala en suelo estadounidense:
- Intel desarrolla megaplantas en Arizona y Ohio, con planes de producción en 2026.
- TSMC construye tres fábricas en Arizona. La más reciente recibió apoyo público por USD 11.6 mil millones.
- Samsung planea duplicar su inversión en Texas hasta alcanzar los USD 44 mil millones.
- SkyWater Technology, una firma local, opera plantas en Minnesota, Florida y recientemente Texas, siendo la única fundición (foundry) de propiedad totalmente estadounidense.

A pesar del impulso, los plazos de construcción, capacitación de personal y certificación tecnológica hacen que la autosuficiencia aún esté lejos.
Proyecciones oficiales indican que, con el CHIPS Act, EE.UU. podría alcanzar el 14 % del mercado mundial de chips lógicos para 2032.
El impacto logístico y comercial de nuevos aranceles
La posible imposición de nuevas tarifas bajo la Sección 232 del Departamento de Comercio —justificadas bajo criterios de seguridad nacional— pondría en la mira las importaciones de chips provenientes no solo de China, sino también de aliados estratégicos como Taiwán, Países Bajos, Japón o Corea del Sur.
Para las empresas estadounidenses que buscan relocalizar parte de su manufactura, los aranceles sobre maquinaria, servidores y equipos de litografía representarían un aumento directo en los costos de producción.
Además, podrían generar represalias comerciales que afecten las cadenas de suministro ya debilitadas por la pandemia y la crisis geopolítica.
El sector logístico también se vería afectado. Un aumento en los aranceles cambiaría las rutas de importación, aumentaría la necesidad de almacenaje temporal (para esquivar costos) y exigiría una mayor trazabilidad aduanera, tanto en puertos como en aeropuertos clave como Los Ángeles, Long Beach, Houston y Miami.

Estados Unidos enfrenta un dilema estructural: su dependencia de semiconductores extranjeros —especialmente de países con tensiones geopolíticas latentes— contrasta con el ambicioso proyecto de reindustrialización que avanza lentamente.
Las nuevas tarifas, lejos de acelerar la independencia tecnológica, podrían entorpecerla si afectan los insumos necesarios para montar nuevas fábricas.
El reto logístico no es menor: asegurar el suministro, contener los costos, y mantener la fluidez de importación mientras se construye una base de producción nacional más robusta.