El pasado 1 de agosto, el buque portacontenedores Ever Lunar, operado por Evergreen Marine, perdió alrededor de 50 contenedores mientras esperaba fondeado frente al puerto del Callao, Perú.
El incidente provocó el cierre parcial del puerto durante varias horas, afectó la operación de terminales como DP World y APM Terminals, y puso en pausa el tráfico marítimo hacia uno de los hubs logísticos más importantes del Pacífico sudamericano.
Según lo reportado por Evergreen y medios especializados, el buque fue afectado por un evento de rolling severo —movimiento lateral excesivo— mientras permanecía anclado fuera del canal principal.
Las condiciones adversas, exacerbadas por oleaje inusual vinculado al reciente sismo en Rusia y la temporada invernal sudamericana, habrían generado oscilaciones lo suficientemente fuertes como para desprender decenas de contenedores de sujeciones supuestamente seguras.
Aunque no se registraron materiales peligrosos entre la carga caída, ni heridos a bordo, el impacto fue considerable.
Si bien este tipo de accidentes no son comunes, tampoco son completamente aislados. Apenas unos días antes, otro buque de Evergreen —el Ever Feat— experimentó un colapso de carga en aguas brasileñas.
Estos hechos recientes reavivan el debate sobre la seguridad en el transporte marítimo y las medidas que deben adoptarse para proteger no solo la carga, sino también las infraestructuras portuarias y los ecosistemas marinos.
Una carga vulnerable en tiempos de incertidumbre climática
La imagen del Ever Lunar perdiendo contenedores mientras espera en bahía —sin estar en navegación activa— es una llamada de atención.
Las empresas suelen considerar el fondeo como una etapa pasiva en el viaje del buque, pero la realidad demuestra que los riesgos siguen presentes. El clima marítimo, cada vez más impredecible, puede generar olas de gran amplitud incluso en zonas aparentemente protegidas.
Este caso revela una vulnerabilidad poco discutida: la seguridad de la carga no depende exclusivamente del diseño del buque o de la eficiencia del amarre en puerto, sino también de la capacidad para prever y resistir eventos extremos durante la espera.
Evergreen señaló que investigará posibles fallas en el sistema de lastrado —es decir, en la distribución de peso y estabilidad del buque—, lo cual podría haber contribuido a la pérdida de equilibrio.
Costos operativos y reputacionales: más allá de la carga perdida
Los efectos de este tipo de incidentes van mucho más allá de los contenedores caídos. En Callao, el cierre temporal del puerto afectó la llegada y descarga de otros buques, generando retrasos en las operaciones logísticas, reprogramaciones y un aumento indirecto en los costos para los clientes involucrados. Este tipo de disrupciones tiene un eco que resuena en toda la cadena de suministro, especialmente cuando los puertos operan al límite de su capacidad.
Además, está el impacto reputacional. Aunque Evergreen actuó con transparencia y colaboró en la recuperación de los contenedores con apoyo de remolcadores contratados por sus aseguradoras, el nombre de la naviera volvió a estar en titulares por una razón no deseada.
Y en una industria global donde la confianza es clave, cada incidente mina parcialmente la credibilidad operativa de la empresa afectada.
¿Estamos haciendo lo suficiente para asegurar la carga?
Según el World Shipping Council, la pérdida de contenedores en el mar ha disminuido en los últimos años. No obstante, esta estadística debe leerse con cautela.
La disminución en números absolutos no significa que el riesgo haya desaparecido, sino que las medidas preventivas han mejorado. Sin embargo, el reciente caso del Ever Lunar pone sobre la mesa la necesidad de reforzar estas prácticas, sobre todo en situaciones no convencionales como esperas prolongadas en zonas expuestas.
El aseguramiento de la carga —o lashing— debe evolucionar junto con los patrones del clima y los diseños de los buques. La estandarización en la estiba no puede ser estática: requiere una adaptación constante.
Asimismo, los algoritmos de predicción meteorológica y de movimiento del buque deben integrarse mejor en los sistemas de alerta temprana de las navieras.
Además, las empresas cargadoras deben cuestionarse si sus pólizas de seguros realmente cubren todas las etapas del trayecto, incluyendo el fondeo, y si cuentan con protocolos de acción rápida ante siniestros marítimos.
La trazabilidad de la carga, mediante tecnologías como blockchain o sensores IoT, podría ser una herramienta útil no solo para detectar desplazamientos anómalos, sino también para respaldar reclamaciones en caso de pérdida.
Una logística más resiliente se construye en los detalles
El caso del Ever Lunar es un recordatorio oportuno de que la logística marítima, por más automatizada y robusta que parezca, sigue siendo vulnerable a eventos externos difíciles de prever.
La resiliencia de la cadena de suministro no solo se construye con megapuertos o buques más grandes, sino con detalles técnicos, decisiones operativas prudentes y estrategias de prevención bien articuladas.
Si los últimos años nos han enseñado algo, es que la continuidad logística depende tanto de la capacidad de respuesta como de la anticipación. Y en el mar, como en toda la logística global, prevenir siempre será más barato —y menos caótico— que corregir.