En el rugido constante del motor y en los horizontes de los amaneceres, Elvira García Díaz ha encontrado su lugar en el mundo. Con más de dos décadas al volante, esta operadora de transporte de carga no solo ha recorrido las carreteras de México: las ha conquistado. Su historia no es solo la de una mujer al mando de un tractocamión, sino la de una profesional que ha hecho del camino su oficio, su pasión y su forma de vida.
Durante la conversación con TLW©, se le ve seria y amable. Usa un vestido rosa y blanco, está delicadamente peinada y maquillada, una presencia que marca la femineidad que, asegura, usualmente oculta mientras está en horas de trabajo: “Usted me ve así ahora, pero para trabajar me camuflajeo, uso gorra y playeras, que no me distingan de lejos”.
Elvira, en 2005, tras separarse y con cinco hijos que alimentar, hizo a un lado su formación en cosmética para subirse a un camión. Fue Fernando López, un amigo ya fallecido, quien la introdujo al gremio de los cueteros en Tultepec, donde le asignaron cargar las unidades y mover la mercancía. Esa actividad se le daba muy bien, reconoce, pues siempre ha sido un as del volante, característica que dice que quizá le viene por carga genética, pues en su familia ha habido otros conductores profesionales de unidades de carga, así que la manzana no cayó lejos del árbol.
Desde entonces, no ha soltado el volante. “Siempre me gustaron los carros grandes”, dice, y ahora le encanta el reto de manejar unidades de carga, entre más grandes, mejor. En su ruta de trabajo actual, Guadalajara-Tecate, la lleva a cruzar desiertos, selvas, playas y montañas. ¿Tiene un camino favorito? “No. Toda mi República Mexicana me enamora”, afirma, con orgullo.
Se formó en la escuela de Scania para operadoras, donde complementó su experiencia empírica con teoría y normativas federales. Hoy, no descarta convertirse en instructora. “Me gusta mucho lo que hago, es mi pasión”, dice.
Y vaya que puede. Ha sido “rabonera” —es decir, operadora de camiones más cortos, con una sola caja y eje trasero, ideales para rutas urbanas— y también “plataformera”, conduciendo unidades sin caja cerrada, donde la carga va expuesta y debe asegurarse con precisión. Aprendió a “enlonar”, (cubrir la mercancía con lonas pesadas para protegerla del clima), y a “hacer amarres”, una técnica vital para fijar la carga con cuerdas o cinchos y evitar accidentes. “Es un reto físico y técnico, pero lo pude hacer”, dice con orgullo. “Y como mujer, es doblemente complicado”.
A continuación, un video cortesía de la entrevistada, sobre su trabajo cotidiano:
Con el entorno se refiere al clima de inseguridad que se aparece en todas las rutas carreteras de México: el robo a unidades de carga, de acuerdo con Overhaul, firma global especializada en gestión de riesgos en la cadena de suministro, este tipo de incidentes representa ya 35% del total nacional, con una tendencia al alza desde mediados de 2024.
Ser mujer en este contexto añade otra capa de complejidad. “Trato de camuflajearme”, confiesa. Usa gorra, ropa masculina, evita las cachimbas —paraderos o puntos de descanso informales en carretera— no por vergüenza, sino por seguridad. Porque además de la delincuencia, aún hay machismo en el gremio, admite. Pero también hay respeto. “Muchos nos aplauden, nos felicitan, nos dicen ‘qué bueno que ustedes también pueden’”.
Su historia es también la de una madre que lo dio todo a sus cinco hijos. “Ya les di educación, ya les di sus propias alas”, dice con orgullo. Uno de sus hijos es médico, los otros cuatro son técnicos. “Me siento plena, realizada”. Y aunque no estaría tranquila si alguno de sus nietos decidiera seguir sus pasos, asegura que lo apoyaría con todo su conocimiento.
Elvira no se ve haciendo otra cosa. “Los años que Dios me permita, seguiré manejando”. Su hogar está en el Estado de México, pero su casa está en la carretera. Es la única de 14 hermanos que se dedica al autotransporte. La número 13. La única mujer. La única trailera.
Recuerda una de sus primeras rutas, en Oaxaca, cuando todavía sentía incertidumbre sobre su destino como operadora de unidades de carga. Ella pedía ayuda a sus ancestros ya fallecidos, especialmente a su papá, para que le despejaran el camino, literalmente. En eso estaba cuando en una curva del Boquerón, un venado se le plantó enfrente y la miró.
La sorpresa de Elvira fue mayúscula, no solo por ver un ejemplar tan hermoso, sino porque a su padre, Benedicto García, le apodaban cariñosamente “El Venadito”. “Volteó a verme. En ese momento supe que mi papá me estaba respaldando”. Desde entonces, dice, sabe que puede con todo.
Elvira García Díaz, “10-28 La Güera”, es más que una operadora. Es un referente. Una mujer que ha hecho del volante su trinchera, del camino su escuela, y de cada entrega una conquista. En un sector que clama por más operadores, su historia es un recordatorio de que el talento, la pasión y la resiliencia no tienen género. Solo tienen dirección: hacia adelante.
Tanto la fotografía en donde aparece Elvira García como el video de su trabajo pertenecen a la entrevistada, quien tuvo la cortesía de compartirlos a TLW ©.