En toda la región, la conversación sobre sostenibilidad pasó de ser un tema de interés reciente a convertirse en un componente obligado de la agenda empresarial.
Las compañías ya no pueden evadir conceptos como emisiones, eficiencia energética, trazabilidad o gobernanza corporativa. Desde los grandes grupos industriales hasta las organizaciones medianas con operaciones logísticas diversificadas, el lenguaje ASG se ha vuelto cotidiano.
Pero cuando se observa el panorama completo que presenta el informe Panorama ASG en México y Centroamérica 2025, elaborado por KPMG México, surge un contraste evidente: la actividad ha incrementado, pero no necesariamente la claridad estratégica.
De acuerdo con el estudio, ocho de cada diez empresas ya cuentan con un presupuesto para temas ASG. Esto, en sí mismo, marca un cambio importante respecto a hace apenas cinco años, cuando la sostenibilidad estaba más asociada con iniciativas voluntarias o con esfuerzos aislados liderados por áreas específicas.
Sin embargo, el grueso de ese presupuesto se concentra en el cumplimiento regulatorio. En México, el 57% del gasto total en ASG se utiliza para atender normativas y estándares; en Centroamérica, el 40%. Este predominio del cumplimiento como principal destino de inversión genera una brecha entre lo que se reporta y lo que realmente se transforma dentro de la operación.

Para un sector como el logístico, donde la eficiencia depende de la capacidad para anticipar riesgos, ajustar procesos y garantizar continuidad operativa, esta falta de alineación estratégica es un punto crítico.
Las empresas están invirtiendo, sí, pero lo hacen principalmente para no incumplir, no necesariamente para innovar o volverse más resilientes. Entre la intención y la transformación todavía persiste una distancia que se vuelve más visible conforme aumentan las exigencias de mercado y de clientes globales.
La sostenibilidad como condición de continuidad operativa
El estudio muestra un cambio de percepción profundo: cada vez más compañías entienden que la sostenibilidad ya no es un asunto reputacional, sino un factor que impacta directamente en su permanencia en el mercado.
En México, la mitad de las empresas considera que los factores ASG son cruciales para mejorar la calidad de vida y el cuidado del medioambiente, y en Centroamérica esa proporción se eleva a 60%. Pero lo más relevante es que 39% en México y 42% en Centroamérica identifican que los criterios ASG son esenciales para garantizar la viabilidad del negocio.
Esto se traduce, operativamente, en la necesidad de repensar procesos logísticos de extremo a extremo. La dependencia energética, la estabilidad de la fuerza laboral, la relación con comunidades y la medición de emisiones ya no son conceptos ajenos a la operación diaria: son variables que, si no se atienden adecuadamente, pueden detener rutas, ralentizar producción, elevar costos o incluso limitar el acceso a proveedores y clientes internacionales.

En este sentido, la sostenibilidad comienza a verse como una práctica de gestión del riesgo, más que como un programa de responsabilidad social.
Sin embargo, el reconocimiento de la importancia no siempre se convierte en acciones. Aunque muchas empresas han incorporado herramientas básicas de medición y reporteo, todavía falta integrar estos criterios en decisiones estratégicas como la selección de proveedores, la inversión en infraestructura, la planificación de rutas o la contratación de talento.
La región se encuentra en una fase de transición donde el discurso y la práctica avanzan, pero a ritmos diferentes.
Una madurez que avanza, pero todavía de forma fragmentada
Pese a que el tema ASG ha ganado relevancia, la integración formal sigue siendo limitada. Solo 35% de las empresas mexicanas y 39% de las centroamericanas tienen un nivel de integración alto.
Esto significa que la mayoría opera en una zona intermedia, donde se atiende una o dos dimensiones de manera sólida, pero sin una visión integral que permita conectar los impactos ambientales, sociales y de gobernanza dentro de una misma estrategia corporativa.
La consecuencia directa de esta fragmentación es que apenas un tercio de las compañías cuenta con una estrategia formal de sostenibilidad. En el resto, las iniciativas son esfuerzos aislados, impulsados por áreas específicas sin articulación transversal.
Esto se traduce en proyectos valiosos, pero desconectados entre sí, incapaces de generar cambios profundos en la operación logística o en la eficiencia general de la organización.
Este escenario se refleja en la manera en que las empresas utilizan la información ASG. Aunque muchas la recopilan y reportan, aún son pocas las que la emplean para tomar decisiones de negocio. Solo 43% en México y 35% en Centroamérica transforman estos datos en acciones estratégicas.

Para los sectores logístico, manufacturero y de transporte, esta desconexión puede convertirse en una desventaja competitiva, especialmente en un contexto donde los grandes clientes ya exigen indicadores de sostenibilidad como parte de sus criterios de compra.
Inversión sin transformación: hacia dónde se dirige el presupuesto
El análisis de cómo se distribuye el presupuesto revela la naturaleza de los esfuerzos actuales. En México, la mayor parte del gasto va a cumplir nuevas Normas de Información de Sostenibilidad y a elaborar reportes ASG; en Centroamérica, se dedica más a actividades comunitarias y también al reporteo. Esto muestra una región que entiende la importancia del tema, pero que aún no ha dado el salto hacia la transformación estructural.
Lo que todavía es escaso es el presupuesto destinado a herramientas tecnológicas que permitan medir, automatizar y analizar información ASG en tiempo real, o a sistemas que vinculen esta información con la planeación logística, el abastecimiento, la eficiencia energética o la gestión de riesgos.
La mayoría de las empresas está cumpliendo con lo que pide la regulación, pero no está utilizando la sostenibilidad para construir modelos operativos más competitivos.
La propia estructura de gobernanza también refleja esta tensión entre discurso y práctica. Aunque los Consejos de Administración participan cada vez más en la supervisión de iniciativas ASG, pocos han decidido incorporar metas de sostenibilidad en los esquemas de compensación directiva.
Sin incentivos, la sostenibilidad corre el riesgo de mantenerse como un tema importante, pero no urgente.
Riesgos que ya están presionando a las cadenas de suministro
Uno de los hallazgos más reveladores del estudio es la claridad con la que las empresas identifican los principales riesgos ASG que enfrentan. La seguridad y salud del personal es el riesgo más citado, lo cual es especialmente relevante en sectores que dependen de una operación presencial constante, como manufactura, transporte o almacenamiento.
Un incidente laboral no solo afecta a la plantilla: puede detener una operación completa o generar costos que van más allá del cumplimiento normativo.
La generación y eficiencia energética se ha convertido en un desafío que afecta directamente los costos operativos. Para las cadenas de suministro—donde combustible, electricidad y refrigeración son gastos significativos—las exigencias de eficiencia y reducción de emisiones ya no son opcionales.
En México, además, la generación de emisiones aparece como el principal riesgo ambiental, una señal de que la presión regulatoria y de mercado en torno a este tema seguirá creciendo.
A esto se suman los riesgos sociales, como las jornadas laborales extensas o la relación con comunidades locales, que en Centroamérica tienen un peso todavía mayor. Todos estos factores inciden en la forma en que se planifican, ejecutan y supervisan las operaciones logísticas. Ninguno es abstracto; todos se traducen en costos, retrasos o interrupciones.

Comunicación creciente, pero trazabilidad insuficiente
La región ha avanzado de manera considerable en la adopción de marcos para reportar sostenibilidad. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible siguen siendo el marco más utilizado y los estándares GRI están cada vez más presentes.
Sin embargo, para KPMG, persiste un desafío profundo: la falta de sistematización de datos. Las empresas reportan, pero no necesariamente construyen sistemas robustos que permitan medir impacto, anticipar riesgos o traducir los resultados en decisiones operativas.
Sin plataformas tecnológicas adecuadas, la sostenibilidad se queda en un ejercicio de compilación y no en un mecanismo de gestión. Y cuando se trata de cadenas de suministro complejas, con múltiples nodos y proveedores, esa falta de trazabilidad limita tanto la credibilidad como la capacidad de mejora continua.













