La nueva generación de activos tecnológicos está transformando la infraestructura global. Para aprovechar su potencial, empresas y gobiernos deben abandonar la planificación estática y adoptar estrategias dinámicas, digitales y colaborativas.
En un escenario global marcado por la disrupción climática, la reconfiguración de cadenas de suministro y la rápida transformación digital, las infraestructuras físicas y tecnológicas viven un proceso acelerado de cambio.
Así lo señala el informe “2025 Emerging Trends in Infrastructure and Transport: The Great Reset”, publicado por KPMG Internacional, que analiza diez tendencias clave para el sector en el contexto del denominado “Gran Reinicio”.
Uno de los puntos más relevantes del estudio es lo referente a nuevas clases de activos y por qué una infraestructura más inteligente necesita estrategias más inteligentes por parte de las empresas y todos los involucrados.
Es decir, cómo la infraestructura tradicional —carreteras, plantas de tratamiento, redes eléctricas— está siendo transformada por la integración de tecnologías emergentes como sensores IoT, energías renovables, centros de datos, robótica e inteligencia artificial.
Esta evolución no es incremental ni opcional: es profunda, inevitable y disruptiva.
¿Qué son las nuevas clases de activos?
En este contexto, el término "nuevas clases de activos" se refiere a componentes tecnológicos que se integran a las infraestructuras físicas para mejorar su rendimiento, eficiencia y adaptabilidad. Ejemplos de ello son:
- Sensores inteligentes instalados en caminos, puentes o redes hidráulicas, que permiten monitorear su estado en tiempo real.
- Plantas solares, eólicas y baterías que se incorporan a las redes eléctricas tradicionales.
- Centros de datos y tecnología 5G, cada vez más relevantes para la gestión de ciudades inteligentes.
- Robots y drones aplicados en mantenimiento, inspección y automatización de operaciones.
El problema, advierte KPMG, es que estos activos no se comportan igual que los tradicionales. Tienen ciclos de vida más cortos, necesidades de mantenimiento específicas, modelos de negocio distintos y requieren herramientas de gestión completamente nuevas.
Por qué las estrategias estáticas ya no funcionan
Hasta hace poco, la gestión de infraestructura se regía por ciclos anuales de planeación. Se elaboraban estrategias a largo plazo que, una vez aprobadas, eran difíciles de modificar. Pero este modelo ya no es viable.
El entorno actual —caracterizado por la velocidad de los cambios tecnológicos, la incertidumbre económica y los retos del cambio climático— exige flexibilidad, adaptabilidad y decisiones basadas en datos actualizados.
KPMG plantea que la gestión de infraestructura debe pasar de modelos rígidos a esquemas dinámicos, en los que las estrategias se actualicen de forma continua según cambian el uso, las condiciones de los activos o la demanda del mercado. Esto implica adoptar:
- Planeación en tiempo real, alimentada por datos confiables y sensores en campo.
- Gemelos digitales que simulan el comportamiento de activos para prever fallas y optimizar operaciones.
- Contratos y acuerdos más ágiles, que respondan a los nuevos ciclos de vida y niveles de servicio.
- Modelos colaborativos de gestión, que integren a propietarios, operadores, proveedores tecnológicos y mantenedores.
- Un nuevo perfil de talento humano, con habilidades digitales y analíticas.
El rol de la tecnología y los datos
El estudio subraya que la digitalización no solo es una herramienta de eficiencia, sino una condición indispensable para gestionar infraestructura moderna.
La inteligencia artificial generativa, el análisis predictivo, los sistemas de visualización y los algoritmos de optimización deben incorporarse a los procesos de toma de decisiones.
Además, los datos deben gestionarse como un recurso renovable, no como un archivo muerto. En palabras del estudio: “Los datos no son el nuevo petróleo; son el torrente vital de las organizaciones”.
Esta filosofía impulsa un nuevo modelo operativo en el que la información fluye constantemente para alimentar decisiones, evaluar riesgos, rediseñar estrategias y responder a eventos imprevistos.
Una oportunidad estratégica para Latinoamérica
Aunque muchas de estas transformaciones están más avanzadas en países con alta inversión en infraestructura digital, Latinoamérica —y especialmente México— tiene una gran oportunidad para dar un salto cualitativo.
La implementación de sensores en carreteras de peaje, redes eléctricas inteligentes y plataformas logísticas conectadas puede generar mejoras notables en eficiencia operativa, transparencia regulatoria y calidad del servicio.
En el contexto del nearshoring, donde la infraestructura se vuelve un diferenciador clave para atraer inversiones, contar con estrategias dinámicas de gestión de activos puede marcar la diferencia entre liderar la transformación o quedar rezagados.
Lo que viene en 2025
Según KPMG, este año muchas organizaciones comenzarán a sentar las bases para este cambio. Será necesario definir con claridad qué significa “valor” en cada contexto —productividad, sostenibilidad, resiliencia, retorno de inversión— y cómo medirlo.
Esto implica también redefinir los indicadores clave de desempeño (KPIs), integrar tecnologías de automatización y revisar los modelos de gobernanza.
En síntesis, la infraestructura del futuro no se construye solo con concreto y acero, sino con datos, algoritmos y estrategias dinámicas.
Quienes adopten este nuevo enfoque podrán responder más rápido a los cambios, planear mejor sus inversiones, mejorar su rendimiento operativo y fortalecer su competitividad en un mundo cada vez más conectado e impredecible.