Es bien sabido que el transporte es una de las principales fuentes de contaminación y, en específico, de los gases efecto invernadero que agudizan y contribuyen al calentamiento global y sus consecuencias: se considera que el transporte es responsable por 18% del CO2 que se emite a la atmosfera continuamente, unas 104 mil toneladas por año en México.
Por otro lado, la actividad logística genera una derrama económica importante y es esencial para sostener el progreso industrial, acercar materias primas a los grandes centros de producción y poner al alcance del consumidor productos y servicios que hoy son fundamento de la calidad de vida que hemos logrado.
No existen respuestas exactas al dilema entre preservar nuestro medio ambiente, hacer sustentable la actividad industrial y de transporte y, por otra parte, seguir con una actividad logística creciente, pero pueden adoptarse algunas estrategias para reducir la necesidad y el costo del transporte como componente de la actividad productiva.
Dichas estrategias no se abordarán aquí, pues cada una merecería un análisis más profundo, no tanto en sus méritos, sino en las formas de adopción y operación. Algunas de éstas se basan en el pilar de reducir (dentro del ciclo reducir– reutilizar–reusar) y son tal vez las que aportan mayores beneficios aunque, al mismo tiempo, es tarea ardua (en costo, tiempo y manejo de cambio) implantarlas.
En este artículo proponemos que, sin abandonar otros esfuerzos, hay una estrategia que puede colaborar en mucho a esta reducción de la huella ecológica de una manera potencialmente más rápida y medible.
Transporte automotor: reducir las emisiones de C02 y ahorrar combustible
Se considera, como se mencionó anteriormente, que el transporte es responsable por 18% de la emisión de CO2, específicamente el transporte automotor contribuye con el 16% de las emisiones.
Ahora bien, dentro de los factores que favorecen a que un equipo emita más o menos gases están los siguientes: aerodinámica del equipo, hábitos de manejo, uso de lubricantes de baja fricción y llantas infladas de acuerdo a las especificaciones, entre otras.
Para ilustrar esto, se tomó como base el consumo de un camión modelo 2003 clase 7 (12-15 toneladas de peso vehicular bruto) que consume unos dos litros de combustible por kilómetro, con un recorrido de 100 mil kilómetros anuales.
Adoptando varias de estas estrategias se pueden ahorrar unos 17 mil litros de combustible y dejar de emitir 50 toneladas de CO2. Aun cuando no se pudieran adoptar todas las estrategias, dos de ellas logran evitar más del 80% en la emisión de CO2 y reducir en la misma proporción el consumo de combustible: mejor aerodinámica y mejores hábitos de conducción.
La aerodinámica del equipo está asociada con el modelo del vehículo: una buena regla heurística nos dice que entre más reciente sea el modelo del equipo de transporte, su diseño será más aerodinámico. También en la práctica se puede relacionar el modelo del equipo con su eficiencia, el uso de mejores tecnologías e insumos (como el oxidador catalítico, el inflado automático de llantas y los lubricantes de baja fricción).
No basta, sin embargo, equipo nuevo para disminuir las emisiones y ahorrar combustible. Si con una aerodinámica mejorada se puede evitar emitir hasta 28 toneladas de CO2 por año, 13 toneladas de CO2 anuales se pueden evitar con un adecuado manejo de la unidad.
Esta parte se logra con educación a los conductores para evitar abusos en la velocidad y continuas e innecesarias paradas y arranques de la unidad. Las buenas compañías transportistas educan a sus operadores y también instalan mecanismos de control en sus unidades. Esos mecanismos de control pueden revelar si un operador hace uso adecuado del motor.
El buen manejo de la unidad no sólo redunda en economía del combustible y una menor emisión de CO2, sino también está asociada a un menor número de accidentes, mayor porcentaje de entregas a tiempo y menores daños a la carga. A todos conviene que los operadores manejen adecuadamente, por lo que transportistas y dueños de la carga deben coadyuvar en una adecuada educación para los operantes.
Transporte limpio: alianza entre transportistas, empresas y gobierno
La sustentabilidad no necesariamente afecta de forma negativa la utilidad de las empresas, si se consideran también los beneficios que trae. A una organización transportista le conviene renovar su equipo: los equipos antiguos son más susceptibles de tener fallas mecánicas que representan gastos no programados.
Estas fallas generalmente ocurren en ruta, lo que significa un evento de mal servicio al cliente de esa empresa transportista, dependiendo de las circunstancias y las obligaciones contractuales, repetidas fallas en el equipo pueden significar para el transportista gastos adicionales en penalidades e incluso la terminación del contrato por mal servicio.
Asimismo, a la empresa que confía su carga al transportista le conviene no tener retrasos en sus entregas por falta de equipo en buenas condiciones operativas. Conviene también que los operadores hagan buen uso del equipo de transporte. Al hacerlo, el equipo sufre menos desgaste, consume menos combustible y, adicionalmente, se evita un mayor riesgo de sufrir accidentes o dañar la carga.
La empresa transportista tiene la misión de educar continuamente a sus operadores y asegurarse que éstos sigan los estándares de conducción establecidos. Por otra parte, la compañía que embarca tiene la gran responsabilidad de ser congruente en sus mensajes en todo momento, especialmente cuando las urgencias constituyen una tentación de apartarse a lo antes acordado.
El gobierno federal también está contribuyendo a este esfuerzo, creando un programa de adhesión voluntaria llamado Transporte limpio. Este programa es un esfuerzo conjunto entre la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), del que también participa el Consejo Coordinador Empresarial (CCE).
Transporte limpio logró la reducción de 313 mil toneladas de CO2 durante 2010. Sin embargo, la participación en este programa es aún muy reducida: 38 empresas a nivel nacional entre transportistas y dueños de carga. En muchas ocasiones, compañías están implantando mejoras, pero desconocen el programa, por lo cual se pierde noción del impacto positivo que en la realidad se está logrando.
Todas las empresas deben esforzarse por lograr una operación sustentable: no es cuestión sólo de conciencia, sino de supervivencia en un entorno de negocios cada vez más impactado por el cambio climático global, el hacerlo representa beneficios adicionales.
Sin dejar de perseguir otras iniciativas, invitamos a todos los lectores a formar parte de un buen programa que ha demostrado su utilidad y efectividad: seamos parte de este esfuerzo nacional por dejarle a nuestros hijos un país próspero, sí, pero también una nación que en el largo plazo desarrolle su actividad económica con pleno respeto al medio ambiente y a los seres humanos que ahí viven, y vivirán.
* Líder Funcional de Proyecto Next Enterprise Architecture de Dow Latinoamérica.
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