La noticia cayó con contundencia en el comercio agroalimentario internacional: México suspendió temporalmente las importaciones de carne de cerdo procedentes de España tras la confirmación de un brote de peste porcina africana (PPA) en Cataluña.
La decisión —preventiva, sanitaria y alineada con estándares internacionales— detuvo de golpe un flujo comercial que, si bien no era masivo, sí era constante, especializado y valioso para ciertos segmentos del mercado mexicano.
La pregunta surgió de inmediato entre importadores, distribuidores, casas gourmet y especialistas del sector: ¿cuánta carne de cerdo llegaba realmente a México desde España antes del veto?
La respuesta revela un canal pequeño en volumen, pero significativo en identidad y posicionamiento.
Un comercio discreto pero estable
Según cifras oficiales de la Secretaría de Economía, en 2024 México importó desde España 5.32 millones de dólares en carne de cerdo fresca, refrigerada o congelada. Dentro del universo porcino importado, España no era un origen dominante, pero sí uno firmemente asentado en ciertas categorías.
A esto se suma un dato importante: México también importó desde España 5.22 millones de dólares en jamones, paletas y cortes curados de cerdo, productos de alto valor agregado que forman parte del abanico de alimentos europeos presentes en tiendas gourmet y en la restauración especializada del país.

Es decir: España no compite por volumen masivo. Compite por identidad, calidad, origen y valor gastronómico.
A diferencia de otros países, cuyo aporte se concentra en carne fresca destinada al consumo cotidiano o a la industria procesadora, España colocaba en México productos con una historia larga detrás: jamones serranos, paletas curadas, cortes madurados, embutidos tradicionales.
Productos que, por su proceso y denominación, forman parte de un imaginario culinario que trasciende la proteína simple.
En México, estos productos han encontrado su espacio en:
- tiendas premium y especializadas,
- vinotecas y clubes gourmet,
- supermercados con oferta europea,
- hoteles, restaurantes y barras de charcutería,
- cadenas de valor que dependen de importaciones constantes en pequeñas cantidades.
Para estos segmentos, las importaciones españolas no eran anecdóticas: eran identidad de marca, diferenciación culinaria y, en algunos casos, una ventaja competitiva frente a productos locales o de otros países.
La suspensión: un pequeño canal que revela un problema grande
Cuando SENASICA anunció la suspensión temporal de importaciones desde España, el comunicado no solo mencionó carne fresca: incluyó productos, subproductos y mercancías derivadas del cerdo, desde jamones y embutidos hasta materias primas para alimentos.
Es decir, cualquier flujo relacionado con porcino quedó detenido.
Y aunque la cifra total de comercio era modesta —alrededor de 10 millones de dólares anuales sumando carne y productos curados— la interrupción tiene implicaciones relevantes:
1. Se corta un suministro muy especializado.
Los nichos que dependen de productos curados españoles no pueden sustituirlos fácilmente. Ni Canadá ni Estados Unidos producen jamones con el mismo perfil, método ni curación.
2. Se altera un ecosistema de importadores pequeños.
Detrás de las cifras hay distribuidores, importadores boutique, intermediarios y plantas con permisos sanitarios específicos.
3. Demuestra la fragilidad del comercio gourmet ante emergencias sanitarias.
Los grandes volúmenes encuentran sustitutos; los mercados especializados, no necesariamente.
Si bien, como ha quedado claro, España no era un gigante en el suministro porcino a México, sí era un proveedor singular, con una oferta consolidada en productos curados, carne diferenciada y valor gastronómico.
Sus exportaciones, aunque reducidas en número, sostenían un ecosistema comercial, culinario y logístico que hoy queda en pausa.
La suspensión no pone en riesgo el abasto nacional de carne de cerdo, pero sí afecta sectores donde la calidad, el origen y la tradición pesan más que los volúmenes.
Y recuerda, una vez más, que la sanidad animal puede alterar el comercio global de un día para otro, sin importar el tamaño del mercado, sino la sensibilidad del producto.














