A las 03:17 del 3 de junio de 2025, una columna de humo comenzó a filtrarse por las compuertas del Morning Midas, un buque portacoches de 200 metros de eslora que surcaba el Pacífico Norte rumbo a México. A bordo, más de 3,000 vehículos —muchos de ellos eléctricos— estaban a punto de convertirse en chatarra submarina. Lo que siguió fue una batalla de 20 días contra el fuego, hasta que el barco finalmente se hundió el 23 de junio, llevándose consigo millones de dólares en carga y dejando, a cambio, una estela de lecciones que la industria logística no puede permitirse ignorar.
Transportar las nuevas generaciones de eléctricos
El buque era operado por la firma londinense Zodiac Maritime, se hundió en aguas internacionales, a unas 360 millas náuticas de la isla Adak, en Alaska. El barco transportaba vehículos desde puertos en China hacia México, de los cuales 70 eran completamente eléctricos y 681, híbridos. Finalmente se perdió en el fondo del océano, a más de 5,000 metros de profundidad, sin que se reportaran víctimas ni contaminación visible inmediata, según confirmó la Guardia Costera de Estados Unidos y la propia Zodiac Maritime en los reportes de esos días.
Este siniestro, que recuerda al caso del Felicity Ace en 2022, ha reavivado un debate urgente en la industria logística global: ¿Estamos preparados para transportar de forma segura la nueva generación de carga automotriz?
1. El transporte de vehículos eléctricos exige una nueva arquitectura de seguridad
El Morning Midas se convierte en el incidente más grave relacionado con el transporte marítimo de vehículos eléctricos desde 2022. Según el portal especializado “Mundo Marítimo”, el incendio habría comenzado en una cubierta donde se almacenaban autos eléctricos, lo que sugiere una posible fuga térmica en una batería de ion-litio como causa inicial.
Estas baterías, aunque fundamentales para la movilidad sostenible, presentan un riesgo elevado de incendio debido a su alta densidad energética y a la posibilidad de reacciones autosostenidas a altas temperaturas.
El Código Marítimo Internacional de Mercancías Peligrosas (IMDG), en su disposición especial 961, exime a los vehículos eléctricos de ciertas restricciones si cumplen con condiciones específicas de seguridad. Sin embargo, como advierte Shipping and Freight Resource, muchos buques tipo Ro-Ro o PCTC (Pure Car and Truck Carrier) no están diseñados para contener incendios de baterías de litio, y los sistemas tradicionales de extinción como el CO₂ pueden resultar ineficaces.
Este incidente demuestra que la transición energética en el transporte automotriz no ha sido acompañada por una evolución equivalente en la infraestructura marítima. La industria necesita urgentemente revisar sus protocolos de estiba, monitoreo térmico y respuesta a emergencias, así como considerar el diseño de buques especializados para este tipo de carga.
2. La cadena de suministro automotriz es más frágil de lo que parece
La pérdida de más de 3,000 vehículos en tránsito representa un golpe directo a la cadena de suministro automotriz, particularmente en un contexto de alta demanda de autos eléctricos y bajos inventarios. Según Marine Log, el valor estimado de la carga perdida supera los 150 millones de dólares.
Fabricantes chinos como BYD, Chery y Geely, cuyos vehículos estaban a bordo, enfrentan ahora retrasos en entregas y penalizaciones contractuales.
Para los distribuidores mexicanos, el impacto es doble: no solo deben reprogramar entregas y renegociar contratos con clientes, sino que también enfrentan una disrupción en sus flujos de caja y en la planificación de inventarios. En un mercado donde los tiempos de entrega son un factor competitivo clave, este tipo de incidentes puede erosionar la confianza del consumidor y afectar la fidelidad de marca.
Además, el incidente ocurre en un momento en que México se consolida como hub de importación y ensamblaje de vehículos eléctricos para América Latina. La pérdida del Morning Midas pone en evidencia la necesidad de diversificar rutas, proveedores y modos de transporte para reducir la exposición a eventos catastróficos.
3. Trazabilidad y resiliencia logística, asignaturas pendientes
Uno de los aspectos más críticos del caso Morning Midas es la dificultad para responder de forma efectiva al incendio debido a la ubicación remota del buque. El fuego comenzó a más de 700 kilómetros de la costa más cercana, lo que limitó la capacidad de intervención inmediata. Aunque Zodiac Maritime contrató a la firma Resolve Marine para las labores de salvamento, el daño estructural y las condiciones meteorológicas adversas impidieron evitar el hundimiento.
Este hecho subraya la importancia de contar con sistemas de trazabilidad en tiempo real, sensores de monitoreo térmico y protocolos de contingencia multinacionales. La logística marítima moderna debe incorporar tecnologías de IoT, inteligencia artificial predictiva y análisis de riesgo geoespacial para anticipar y mitigar eventos de alto impacto.
Además, la industria debe revisar sus mapas de riesgo y considerar rutas alternativas menos expuestas a condiciones extremas o alejadas de centros de respuesta. La resiliencia logística no solo se construye con redundancia de proveedores, sino también con inteligencia operativa y capacidad de adaptación.
4. ¿Quién paga por la pérdida? El rompecabezas financiero del siniestro
Una de las preguntas más complejas tras el hundimiento del Morning Midas es quién asume las pérdidas: ¿la naviera, los fabricantes, los aseguradores o los compradores finales? Los medios de comunicación reportaron entonces que el barco estaba asegurado por Zodiac Maritime, pero la carga pertenece a múltiples fabricantes y distribuidores, cada uno con sus propios contratos de compraventa y pólizas de seguro.
En principio, la responsabilidad por la carga recae en los términos del contrato de fletamento y en las condiciones del seguro marítimo. Si los vehículos estaban asegurados bajo cláusulas ICC (A) o similares, los fabricantes podrían recuperar parte del valor de la mercancía. Sin embargo, los deducibles, exclusiones por “actos inherentes a la carga” (como incendios por baterías defectuosas) y la complejidad de probar negligencia pueden retrasar o limitar los pagos.
Por otro lado, el costo ambiental del hundimiento —aunque aún no se ha detectado contaminación visible— podría generar reclamaciones adicionales si se liberan fluidos, metales pesados o residuos de baterías al ecosistema marino. En ese caso, las autoridades ambientales de Estados Unidos o México podrían iniciar procesos legales contra la naviera o los propietarios de la carga, dependiendo de los hallazgos de las investigaciones.
Este escenario revela la necesidad de revisar los esquemas de aseguramiento en la logística internacional, especialmente cuando se trata de mercancías de alto riesgo como los vehículos eléctricos. También pone sobre la mesa la urgencia de establecer mecanismos de resolución de disputas más ágiles y transparentes en el comercio marítimo global.
El caso del Morning Midas es una advertencia estructural para la logística del siglo XXI. La electrificación del transporte, la globalización de las cadenas de suministro y la creciente complejidad de la carga exigen una transformación profunda en los modelos operativos, tecnológicos y financieros del sector. Si la industria no actúa con rapidez y coordinación, el próximo incidente podría no solo hundir un barco, sino también la confianza en todo un sistema logístico.