En la gestión logística moderna, la eficiencia se mide en precisión, tiempos de entrega y cumplimiento de acuerdos de nivel de servicio (SLA). Sin embargo, existe una variable crítica que a menudo se gestiona únicamente desde la perspectiva de la seguridad industrial, ignorando su profundo impacto en la continuidad del negocio: las fugas de refrigerante.
En sectores dependientes de la cadena de frío como el de alimentos y bebidas, y el farmacéutico; el amoníaco (NH₃) es el estándar por su eficiencia termodinámica. El error estratégico está en tratar la detección de gases sólo como un requisito normativo.
Para un Director de Operaciones o un Gerente de Cadena de Suministro, la detección temprana debe entenderse como una herramienta de gestión de activos, capaz de proteger el flujo operativo, la integridad del inventario y la rentabilidad financiera.

A continuación, analizamos cómo transformar la gestión de riesgos en una ventaja competitiva a través de cuatro pilares técnico-prácticos.
1. El ‘Efecto Dominó’ en el Centro de Distribución (CeDis)
Cuando ocurre una fuga considerable en un Centro de Distribución, la consecuencia inmediata es la evacuación para proteger la vida humana, dado que concentraciones superiores a 300 partes por millón (ppm) pueden ser fatales.
No obstante, para el líder logístico, el problema real comienza en el momento en que suena la alarma. Se desencadena un ‘efecto dominó’ que paraliza la operación mucho más allá del tiempo que dura la emergencia:
- Detención de flujos críticos: Se produce un paro total de carga y descarga en andenes. No se puede operar maquinaria, abrir puertas ni mover productos. Los sistemas automatizados, como transelevadores y transportadores, deben detenerse, interrumpiendo el picking incluso en áreas adyacentes.
- Congestión externa y costos de transporte: Los transportistas no pueden ingresar ni atracar. Esto genera filas de camiones esperando fuera, consumiendo combustible y tiempo de los conductores. El resultado es un rescheduling forzado de los slots de carga y descarga, penalizaciones por incumplimiento de ventanas de entrega y una posible saturación vial alrededor del recinto.
- Incertidumbre del Downtime: No existe un estándar universal para el tiempo de reactivación tras una fuga. Dependiendo de la intensidad, la ubicación (sala de máquinas vs ductos) y la ventilación necesaria, la operación puede detenerse horas o días. Esta incertidumbre es el mayor enemigo de la planificación logística.
2. La amenaza invisible: Integridad del producto y micro-fugas
Existe un riesgo menos visible, pero igual de costoso que una fuga mayor: las micro-fugas. Estas son emisiones de baja concentración (detectables desde 1 ppm con tecnología de alta precisión) que no activan alarmas de evacuación ni generan olor perceptible (el umbral olfativo humano es de 2 a 5 ppm), pero que son devastadoras para la calidad del inventario.
El impacto técnico de estas fugas "invisibles" en el producto almacenado se manifiesta de tres formas:
- Pérdida de control térmico: Una fuga lenta desbalancea los evaporadores y reduce la eficiencia del ciclo de refrigeración. Esto provoca variaciones de temperatura de 1–2 °C que, aunque parecen menores, si son prolongadas pueden invalidar la estabilidad térmica en productos farmacéuticos o acelerar el crecimiento microbiano en alimentos frescos.
- Riesgo de contaminación cruzada: Aunque el refrigerante suele estar contenido, en escenarios de micro-fugas cercanas a empaques porosos (cartón, madera), existe el riesgo de permeación de olores o, en el caso del amoníaco, reacciones químicas con la humedad que pueden alterar el pH superficial de productos sensibles.
- Condensación y formación de hielo: El desbalance del sistema puede generar escarcha en zonas no esperadas o acumulación de humedad sobre los empaques. En la industria farmacéutica, humedad fuera de especificación equivale a riesgo de recall; en alimentos, implica deterioro de textura y hongos.
3. Detección como estrategia de mantenimiento predictivo
Cambiar el enfoque de "seguridad" a "eficiencia operativa" tiene un impacto directo en el estado de resultados (P&L). Estadísticas del sector indican que la industria de alimentos y bebidas presenta un promedio de incidencia de fugas del 31%.
Un estudio de Fiocruz, institución del gobierno de Brasil dedicada a la investigación de salud, reveló que en ciertas zonas industriales ocurre una fuga de amoníaco cada 17 días en promedio.
Desde una perspectiva financiera, detectar una fuga incipiente es una estrategia de ahorro de costos (OPEX):
- Eficiencia Energética: Un sistema con bajo nivel de refrigerante obliga a los compresores a trabajar con mayor carga térmica para mantener la temperatura objetivo. Detectar y corregir una fuga pequeña reduce inmediatamente el consumo eléctrico.
- Vida útil de los activos: La detección temprana evita el desgaste prematuro de compresores y componentes críticos, reduciendo el gasto en mantenimiento correctivo mayor (CAPEX).
- Reducción de mermas: Se estima que una sola tienda de autoservicio puede perder hasta 10 millones de pesos anuales por fugas no atendidas, sumando la reposición de gas (cuyo costo aumenta 20-30% anualmente), sobrecostos energéticos y pérdida de producto.
4. Hacia una gestión inteligente de activos
La implementación de tecnologías de detección avanzadas permite transitar de un modelo reactivo a uno preventivo. La capacidad de identificar concentraciones mínimas (1 ppm) y monitorear tendencias en tiempo real faculta a los gerentes para programar mantenimientos antes de que ocurra una falla catastrófica.
Algunas recomendaciones para el líder logístico son:
- Auditoría de vulnerabilidad: Evalúe no solo la sala de máquinas, sino las zonas de almacenamiento donde micro-fugas podrían afectar la integridad del producto.
- Integración de datos: Utilice la información de los sensores de gas no solo para alarmas, sino como KPI de salud del sistema de refrigeración.
- Protocolos de continuidad: Diseñe planes de respuesta que consideren no solo la evacuación, sino la gestión del tráfico de transporte y la protección del inventario perecedero durante el incidente.
En conclusión, la seguridad no es un costo hundido, sino una inversión en resiliencia. Una cadena de frío monitoreada es una cadena de suministro que garantiza la continuidad, protege la reputación corporativa y asegura que el producto llegue al consumidor final en condiciones óptimas.













