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México y América Latina han avanzado en el diseño de marcos regulatorios ambientales cada vez más complejos y específicos.
Desde la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (1987) hasta las normas más recientes sobre residuos, atmósfera y seguridad industrial, el país ha construido una estructura legal robusta para orientar la sostenibilidad empresarial.
Sin embargo, cumplir con esas normas es todavía un desafío real. No por falta de voluntad, sino por falta de estructura, conocimiento y gestión interna.
La mayoría de las empresas —especialmente las pequeñas y medianas— aún opera con esquemas mínimos de cumplimiento: reaccionan ante auditorías o sanciones, pero no integran la sostenibilidad en su planeación ni en sus datos operativos.
“Durante muchos años, las compañías veían la regulación ambiental como algo externo, una obligación que había que cubrir para evitar multas”, explica Guillermina Barrera, consultora en Medio Ambiente, Economía Circular y Cambio Climático. “Hoy el reto es diferente: tener la capacidad interna para entender y aplicar las normas de forma efectiva”.
La brecha de conocimiento: cuando una sola persona asume todo el peso ambiental
En gran parte de las empresas mexicanas, la gestión ambiental recae en una sola persona. Esa figura, además, suele encargarse de áreas paralelas como seguridad e higiene, protección civil, capacitación o incluso recursos humanos. El resultado es una sobrecarga de funciones que limita la especialización y dispersa la atención en temas críticos.
“Muchas veces, la misma persona ve temas de medio ambiente, seguridad y salud ocupacional, y hasta de recursos humanos. Con tantas responsabilidades, es inevitable que algunos procesos se queden a medias”, detalla Barrera.
Esa estructura impide construir planes ambientales sólidos o dar seguimiento a indicadores de desempeño. La sostenibilidad se vuelve entonces una actividad reactiva: se responde a la autoridad o al cliente cuando hay un requerimiento, pero no se genera una cultura preventiva ni estratégica dentro de la organización.
Trazabilidad: el otro gran vacío en la gestión ESG
Si la capacitación es la primera brecha, la falta de trazabilidad de la información es la segunda. De acuerdo con Barrera, pocas empresas cuentan con sistemas que centralicen datos sobre consumos energéticos, generación de residuos, emisiones o uso del agua.
La información se reparte entre departamentos y no hay una fuente única ni verificable.
“Hay empresas grandes que aún tienen sus datos en hojas de cálculo separadas, y otras donde los registros de energía los tiene mantenimiento y los de residuos los lleva operaciones. Sin trazabilidad, no hay forma de medir, comparar ni mejorar”, advierte la especialista.
La ausencia de trazabilidad no solo impide calcular indicadores ambientales o huellas de carbono. También bloquea la posibilidad de generar evidencia confiable ante clientes, auditorías o inversionistas.
En un contexto donde los estándares internacionales —como la ISO 14064, el Protocolo de Gases de Efecto Invernadero (GHG Protocol) o los reportes ESG— exigen trazabilidad completa, esta carencia se traduce en pérdida de competitividad.
Las pymes, las más vulnerables ante el nuevo marco ESG
El impacto de estas brechas se amplifica en las pequeñas y medianas empresas (pymes), que representan más del 80% del tejido empresarial mexicano.
A diferencia de los grandes corporativos, que ya cuentan con áreas especializadas y metodologías internacionales, las pymes suelen operar con recursos limitados y con escaso acceso a asesoría técnica.
Barrera estima que solo entre 30% y 40% de las empresas mexicanas están comenzando a ir más allá del simple cumplimiento regulatorio. “El resto apenas se está capacitando o entendiendo qué implican los estándares ESG y cómo les afecta su competitividad”, afirma.
El riesgo no es menor: en un mercado global cada vez más exigente, las cadenas de suministro piden a sus proveedores pruebas de cumplimiento ambiental, certificaciones o inventarios de emisiones. Quienes no logren demostrarlo podrían quedar fuera de licitaciones o contratos.
“Cada vez más clientes internacionales exigen a sus proveedores contar con certificaciones como ISO 14001, medir su huella de carbono o aplicar políticas de compras verdes. No hacerlo significa perder competitividad”, señala Barrera.
Datos, cultura y formación: los pilares del cambio
Para revertir esta situación, la experta propone un enfoque que combine formación técnica, cultura organizacional y gestión digital de datos.
El primer paso es la capacitación continua: desde cursos básicos sobre sostenibilidad hasta diplomados o talleres especializados en medición ambiental, adaptados a cada sector productivo.
“La capacitación debe estar ajustada al giro de la empresa. No se trata de enseñar todo el universo de la sostenibilidad, sino de enfocarse en lo que aplica realmente a su operación”, explica.
El segundo paso es institucionalizar la gestión de datos ambientales: crear bases de información consolidadas y verificables, donde cada registro tenga responsable, evidencia y trazabilidad. Solo así una organización puede evaluar avances, tomar decisiones informadas y reportar resultados confiables.
Finalmente, se requiere que la sostenibilidad deje de ser un área aislada y se integre en la estrategia corporativa.
Las empresas que lo hagan no solo cumplirán con las regulaciones, sino que también fortalecerán su reputación, atraerán inversión y consolidarán su permanencia en un entorno económico cada vez más orientado a los criterios ESG.
México avanza hacia un nuevo paradigma donde la sostenibilidad ya no es una opción, sino una condición operativa.
Las empresas que se anticipen y profesionalicen sus prácticas ambientales estarán mejor posicionadas para enfrentar la transición hacia economías bajas en carbono y cadenas logísticas más limpias.
“Hoy las reglas existen. Lo que falta es conocimiento, estructura y trazabilidad. Invertir en eso es invertir en el futuro de la empresa”, concluye Barrera.
Reportera multidisciplinaria con trayectoria en la producción de contenidos para medios digitales e impresos. Su área de especialización abarca temas científicos, logística, inmobiliaria, tecnología, hard news, política y salud.