Cada vez que alguien marca al 911 en la Ciudad de México para reportar un accidente, una caída o una emergencia médica, se activa una maquinaria logística tan compleja como silenciosa. Una maquinaria que no transporta productos, sino vidas humanas. Y que, en muchos casos, debe operar en condiciones extremas, con segundos de margen y bajo presión total. Esta es la historia de la logística prehospitalaria, una disciplina crítica que, aunque poco visible, sostiene la primera línea de respuesta ante emergencias en una de las ciudades más grandes del mundo.
El ciclo de vida de una emergencia
El doctor Jorge Mendoza, docente-investigador de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) Zacatenco del Instituto Politécnico Nacional, ha dedicado más de una década a estudiar y optimizar esta logística vital.
“La gran diferencia entre la logística industrial y la prehospitalaria es que aquí no movemos productos, sino personas con una urgencia médica. Y eso cambia todo”, explica.
Todo comienza con el alertamiento. En México, el sistema 911 es la puerta de entrada para reportar emergencias. Una llamada, un mensaje de WhatsApp o incluso una alerta automatizada puede activar el protocolo. Desde ese momento, se despliega una cadena de cinco fases: recepción del reporte, despacho de unidades, atención en sitio, traslado y entrega hospitalaria.
“El despachador es una figura clave. Es quien asigna la ambulancia, traza la ruta y da seguimiento en tiempo real. Su trabajo es tan técnico como humano”, detalla Mendoza. La ambulancia llega, evalúa al paciente, brinda atención inicial y, si es necesario, lo traslada al hospital más cercano con capacidad disponible. Ahí termina la fase prehospitalaria y comienza la hospitalaria.
Tecnología al servicio de la urgencia
En este ecosistema, la tecnología es aliada indispensable. Mendoza menciona tres sistemas clave: Aralia, Lima y Echo. “Aralia permite la localización satelital de unidades; Lima mapea zonas de riesgo, delincuencia o vulnerabilidad; y Echo transmite en tiempo real sonidos y alertas. Con estos sistemas, el despachador puede tomar decisiones informadas y rápidas”.
Los cuellos de botella y las disrupciones también corren a cargo de la gran metrópoli: la tecnología no lo resuelve todo. “Hay colonias con calles cerradas, rejas, tráfico imposible. A veces, los paramédicos deben improvisar rutas o incluso ir a pie. La experiencia del operador sigue siendo insustituible”, advierte el experto.
Emergencias masivas: cuando todo se pone a prueba
En eventos como sismos o inundaciones, la logística prehospitalaria enfrenta su mayor reto. “Durante el sismo del 19 de septiembre de 2017, se activaron el Plan DN-III, el Plan Marina y el Plan Nacional de Protección Civil. Pero también se sumaron miles de ciudadanos. Por eso, en mi tesis propongo protocolos para integrar a la población civil de forma ordenada”, señala Mendoza.
En estos casos, el apoyo aéreo es crucial. Helicópteros tipo Cóndor, provenientes de estados vecinos como Morelos, Puebla o Hidalgo, permiten evacuar a personas atrapadas o incomunicadas. “En una inundación, la vía aérea puede ser la única opción viable”, afirma.
Un campo con pocos especialistas
A pesar de su importancia, la logística prehospitalaria sigue siendo un campo poco explorado en el ámbito académico. “Somos muy pocos académicos en México trabajando este tema. Algunos están en la BUAP, otros en Estados Unidos. Pero somos un puñado”, lamenta Mendoza. Esta escasez de especialistas también se refleja en la falta de programas formales de formación. “No hay muchas universidades que ofrezcan una línea de investigación específica en logística prehospitalaria. La mayoría de los avances vienen de esfuerzos individuales o de colaboración con instituciones de salud y protección civil”, añade.
Esta falta de institucionalización limita el desarrollo de metodologías, la innovación tecnológica y la generación de políticas públicas basadas en evidencia. “Necesitamos más espacios, más foros, más inversión en investigación aplicada. Porque cada minuto que se gana en una emergencia puede significar una vida salvada”, enfatiza.
Indicadores que no miden productos
A diferencia de la logística tradicional, donde se mide el fill rate o el nivel de inventario, aquí los indicadores son otros. “El primero es el tiempo de atención: debe ser menor a 60 minutos. El segundo es la efectividad del alertamiento: cuántas personas fueron atendidas respecto a las que reportaron. Y el tercero es el éxito del traslado hospitalario”, enumera Mendoza.
Estos indicadores no solo miden eficiencia, sino también vida o muerte. Según datos de la Secretaría de Salud, en 2024 se registraron más de 1.2 millones de urgencias médicas en la Ciudad de México, de las cuales cerca del 40% requirieron traslado en ambulancia.
¿Qué puede aprender la industria?
La logística prehospitalaria no solo salva vidas: también ofrece lecciones valiosas para otros sectores. “En minería, aviación o manufactura, hay operaciones críticas donde un error puede ser fatal. Lo que proponemos es trasladar esta lógica de atención inmediata, visión sistémica y enfoque humano a esos entornos”, sugiere Mendoza.
Para él, hay tres recomendaciones clave para los líderes de supply chain: “Primero, poner a las personas al centro. Segundo, tener una visión sistémica que integre todos los subsistemas. Y tercero, alinear los procesos con la normatividad y los protocolos de protección civil”.
Una logística que salva miles de vidas
Aunque no siempre se vea, la logística prehospitalaria es responsable de salvar miles de vidas cada año. Tan solo en estados como Tabasco, el Sistema Estatal de Urgencias reporta entre 400 y 500 emergencias atendidas al mes, muchas de ellas con desenlaces exitosos gracias a la rapidez y coordinación del sistema.
A escala nacional, se estima que la atención médica de urgencia, incluyendo la prehospitalaria, contribuye a salvar cientos de miles de vidas anualmente.
En una ciudad como la CDMX, con más de 9 millones de habitantes y una zona metropolitana que supera los 22 millones, cada segunda cuenta. Y detrás de cada ambulancia que llega a tiempo, hay una red logística que funciona como un reloj. Invisible, pero vital.