Durante décadas, el embalaje y el almacenamiento fueron considerados funciones meramente técnicas dentro de la logística.
Su propósito era proteger productos y gestionar inventarios. Sin embargo, la crisis ambiental y el endurecimiento normativo han convertido a estos procesos en puntos neurálgicos de transformación.
Hoy, empresas de todos los tamaños enfrentan una disyuntiva: rediseñar sus operaciones bajo principios de sostenibilidad o quedar rezagadas ante consumidores y reguladores.
El embalaje representa uno de los focos más visibles de esta transición. No solo por la magnitud de su impacto —los envases representan cerca de un tercio del total de plásticos producidos en el mundo y solo un 14 % se recicla, según datos de la Fundación Ellen MacArthur—, sino porque sus efectos se amplifican a lo largo de toda la cadena de suministro.
Un empaque ineficiente implica mayores volúmenes, más emisiones en el transporte y una huella más difícil de mitigar.
¿Cómo entrarle a la sustentabilidad?
En este contexto, el concepto de embalaje sustentable ha cobrado relevancia. No se trata solo de sustituir materiales, sino de integrar una visión sistémica: reducir, reutilizar, reciclar y rediseñar.
El uso de polímeros reciclados, cartón recuperado, materiales compostables y soluciones reutilizables avanza con rapidez, impulsado tanto por grandes plataformas —como Amazon y Mercado Libre— como por pymes que buscan diferenciarse.
La clave está en combinar resistencia técnica, cumplimiento regulatorio y menor impacto ambiental sin elevar significativamente los costos.
Pero la innovación no se limita a los materiales. La logística moderna requiere también rediseñar sus espacios.
El almacenamiento sustentable ha pasado a ser un objetivo estratégico, en especial para centros de distribución que operan con gran intensidad energética.

De acuerdo con la empresa intralogística Mecalux, un almacén verde prioriza la eficiencia energética, automatiza procesos para reducir emisiones, emplea sistemas compactos que optimizan superficie y controla el clima con soluciones aislantes o energías renovables como paneles solares y aerogeneradores.
En algunos casos, incluso se está redefiniendo la ubicación de los almacenes: instalar microcentros cerca del consumidor permite reducir la distancia de entrega y, por ende, el consumo de combustibles y las emisiones por kilómetro recorrido.
A pesar de estas oportunidades, el camino hacia una logística sustentable no está libre de obstáculos. Los costos iniciales, la limitada disponibilidad de materiales certificados o infraestructuras de reciclaje y compostaje, y el desconocimiento técnico en temas de diseño circular, son barreras comunes, especialmente para pequeñas y medianas empresas.
Expertos como Eduardo Legorreta, presidente del Comité de Sustentabilidad de la Asociación Mexicana de Envase y Embalaje (AMEE), advierten que la clave está en tomar decisiones informadas, basadas en un análisis profundo del producto, su ciclo de vida, su destino logístico y las regulaciones que lo rigen.
“No es lo mismo transportar un producto a tres cuadras que al otro lado del mundo. Si sobre empacamos es malo, pero si sub empacamos es peor porque se daña la mercancía”.
señala.
El cambio, por tanto, requiere estrategia. Las empresas que han implementado con éxito soluciones de embalaje y almacenamiento sustentable comparten un enfoque común: realizar un diagnóstico inicial, diseñar con criterios de circularidad, capacitar a sus equipos, colaborar con proveedores y establecer métricas claras para medir avances.
Indicadores como el porcentaje de embalaje reciclado, la reducción de materiales por unidad, o la disminución de consumo energético por metro cúbico almacenado permiten visibilizar los beneficios tangibles del rediseño operativo.
En un escenario donde la sostenibilidad ya no es solo una ventaja reputacional sino un requisito operativo, avanzar en esta dirección es una decisión empresarial inteligente.
Las innovaciones en embalaje y almacenamiento no solo mitigan el impacto ambiental, sino que mejoran la eficiencia, reducen riesgos regulatorios y fortalecen la resiliencia de las cadenas de suministro.