Después de intensas negociaciones, recientemente la administración de Donald Trump anuncia una tregua en la guerra comercial entre Estados Unidos y China que, de acuerdo a lo afirmado ante la prensa, podría ser un "reinicio total" en los términos comerciales.
De acuerdo con esto, los aranceles estadounidenses sobre mercancías chinas bajarán del 145% al 30%, mientras que los aranceles chinos sobre los productos estadounidenses pasarán del 125% al 10%.
El anuncio de la Casa Blanca señala que la tregua comercial estará vigente durante un periodo de 90 días y todos los aranceles de represalia adicionales quedaron cancelados.
De igual forma, China se comprometió a suspender o eliminar todas las medidas no arancelarias contra Estados Unidos.
La noticia ha sido bien recibida por los mercados y sectores productivos, pero en las cadenas de suministro persiste una duda clave: ¿bastan tres meses para revertir años de tensión, disrupciones e incertidumbre?

Como lo mencionamos anteriormente, esta medida no elimina la totalidad de los aranceles, pero sí representa un cambio de tono importante en comparación con años anteriores, especialmente bajo la administración Trump, cuando la confrontación arancelaria alcanzó su punto más álgido.
Cadenas de suministro: ¿un respiro logístico?
El impacto inmediato de esta tregua se sentirá principalmente en las cadenas de suministro que dependen del intercambio fluido entre las dos economías más grandes del mundo.
Sectores como tecnología, automoción, maquinaria pesada, bienes de consumo y electrónica están entre los principales beneficiados.
Los operadores logísticos anticipan que la reducción arancelaria podría reactivar órdenes de compra retenidas, agilizar envíos que habían sido postergados y reducir los costos de importación temporalmente.
No obstante, la prudencia domina el ambiente: muchas empresas todavía recuerdan los sobrecostos logísticos, demoras en aduanas y reconfiguraciones forzadas de proveedores vividos en los últimos años.
A nivel operativo, los efectos podrían notarse rápidamente en las rutas transpacíficas. Desde el anuncio, algunas navieras reportaron un aumento en las reservas de espacio (bookings) en contenedores desde los principales puertos chinos hacia la costa oeste de EE.UU.
Asimismo, los fletes spot, que habían bajado tras los picos pandémicos, podrían estabilizarse ante un repunte de la demanda.
Los operadores portuarios también se preparan para posibles cuellos de botella, especialmente si importadores y distribuidores intentan adelantar operaciones antes del vencimiento de la tregua. Esto incluye el manejo de inventarios, capacidad de bodegas y coordinación intermodal.
Expertos en comercio exterior advierten que esta tregua tiene más un valor simbólico y táctico que una garantía de solución estructural.
El plazo de 90 días, aunque útil para aliviar tensiones, es corto frente a la complejidad de los temas en disputa: propiedad intelectual, subsidios estatales, acceso a mercados y tecnologías estratégicas.
Además, parte de los aranceles más sensibles —por ejemplo, los impuestos al acero, aluminio y algunos componentes tecnológicos clave— siguen vigentes.

Esto limita el entusiasmo de algunos sectores manufactureros que dependen de insumos estratégicos y habían comenzado a diversificar proveedores hacia otros países del sudeste asiático o incluso México.
Lecciones del pasado: resiliencia y diversificación
Las empresas que operan cadenas de suministro internacionales ya han aprendido, desde 2018 y especialmente tras la pandemia, que la resiliencia es clave. Diversificar proveedores, mantener inventarios estratégicos y reforzar capacidades logísticas regionales son estrategias que seguirán vigentes, incluso con una desescalada temporal como la actual.
En ese sentido, la pausa arancelaria no necesariamente implica una vuelta a la normalidad. Más bien, podría interpretarse como una ventana para ajustar aún más los esquemas operativos y prepararse para un nuevo ciclo de tensiones o transformaciones.
Para México y otras economías emergentes, esta tregua puede tener efectos mixtos. Por un lado, la reactivación del comercio EE.UU.-China puede reducir temporalmente el atractivo de estrategias de nearshoring.
Por otro, la fragilidad del acuerdo refuerza la idea de que las empresas deben seguir buscando entornos más estables y cercanos a sus mercados principales.
Empresas mexicanas involucradas en manufactura, logística, servicios aduanales y transporte internacional deben estar atentas a la evolución del acuerdo y preparadas para escenarios múltiples: desde una prórroga de la tregua hasta una posible reactivación del conflicto.

Aunque la tregua comercial entre EE.UU. y China representa un alivio significativo para las cadenas de suministro, no es garantía de estabilidad a largo plazo.
Operadores logísticos, empresas manufactureras y gobiernos deberán mantener una vigilancia activa sobre las negociaciones en curso, y sobre todo, continuar fortaleciendo su capacidad de adaptación ante un entorno comercial global cada vez más volátil.