La globalización tal como la conocimos en las últimas décadas está siendo reconfigurada. Las dinámicas de producción y comercio internacional se están moviendo hacia un nuevo paradigma, marcado por tensiones geopolíticas, presiones regulatorias, conciencia ambiental y un esfuerzo estratégico de diversificación productiva por parte de las empresas multinacionales.
Esta transformación, lejos de ser repentina, se gesta en un proceso que tomará entre 10 y 15 años, pero cuyos efectos ya son visibles en los flujos de inversión, las decisiones de aprovisionamiento y la configuración de las cadenas de suministro.
Durante el foro Future of Global Trade 2025 de Market Inside, el especialista en cadena de suministro, Daniel Razo, delineó con claridad los factores que están empujando este cambio sistémico.
Su diagnóstico es contundente: la dependencia de China, como epicentro manufacturero del mundo, ha comenzado a disminuir, no solo por razones económicas, sino por motivos estratégicos, políticos y de reputación.
En su lugar, estamos presenciando el ascenso de un modelo fragmentado, con nuevos polos de producción en Asia, América Latina y posiblemente África, que redibujarán el mapa del comercio global.
El declive gradual del "Made in China" y la estrategia del "China + 1"
Una de las principales tendencias que marcarán el futuro del comercio global es el avance del “China + 1”, una estrategia adoptada por múltiples compañías para reducir la concentración de su producción en un solo país.
Aunque China sigue siendo una pieza clave —tanto por su capacidad instalada como por su infraestructura logística e industrial altamente desarrollada—, muchas empresas ya están buscando alternativas para evitar el riesgo geopolítico y operativo que representa una excesiva dependencia.
Daniel Razo apuntó que esta transición no significa cortar vínculos con China de inmediato, sino establecer un nuevo balance.
Ejemplos como Tesla, que sigue obteniendo componentes chinos pero traslada su ensamblaje a Texas, ilustran este enfoque híbrido. La tendencia es clara: mantener ciertos insumos en China, pero mover capacidades de manufactura final hacia ubicaciones aliadas como México, India, Malasia o Taiwán.
Este proceso también implica una evolución del modelo de eficiencia por costo hacia un modelo de eficiencia geopolítica, donde el concepto de friendshoring —es decir, producir en países políticamente alineados— comienza a pesar más en las decisiones de abastecimiento.
Nearshoring y friendshoring: la manufactura se reacomoda en clave política
El nuevo entorno geopolítico está remodelando no solo los flujos de capital, sino también la lógica con la que las empresas construyen sus cadenas de suministro. La creciente tensión entre Estados Unidos y China —que no muestra signos de disiparse en el corto plazo— ha llevado a un replanteamiento profundo de las relaciones comerciales.
Según Razo, las empresas no solo analizan el costo de fabricar en determinado país, sino también su estabilidad política, su alineación diplomática y su reputación internacional.
Estados Unidos, por ejemplo, está promoviendo acuerdos comerciales con países aliados para reducir su dependencia de insumos estratégicos provenientes de China.
Recientes gestiones para importar aluminio desde el Reino Unido en lugar de China evidencian este giro. En este contexto, México emerge como un socio natural para la industria estadounidense, al igual que India y otras economías del sudeste asiático, que están recibiendo flujos crecientes de inversión extranjera directa con miras a construir capacidades de manufactura sofisticadas.

No obstante, este cambio no está exento de obstáculos. Razo enfatizó que la transición hacia una cadena de suministro más diversificada y alineada políticamente requerirá que los países receptores hagan su parte: invertir en infraestructura, eliminar barreras burocráticas y modernizar sus sistemas logísticos.
“No se trata solo de atraer fábricas, sino de construir ecosistemas completos cerca de los puertos, con capacidad energética, eficiencia operativa y marcos regulatorios ágiles”, subrayó.
México, India y el desafío de estar a la altura
México e India figuran entre los países con mayor potencial para consolidarse como nuevos centros de manufactura global.
Ambos tienen ventajas demográficas, fuerza laboral técnica y ubicación estratégica. México, además, cuenta con acceso privilegiado al mercado estadounidense gracias al T-MEC, y ya está mostrando avances concretos en sectores como el automotriz, aeroespacial y electrónico.
Sin embargo, el potencial no se materializa automáticamente. De acuerdo con Razo, uno de los principales cuellos de botella en México es la burocracia.
Procesos aduanales lentos, infraestructura portuaria limitada y una matriz energética poco diversificada son factores que limitan su competitividad.
El especialista instó a los gobiernos de México e India a acelerar la modernización de su infraestructura logística, implementar tecnologías como blockchain para facilitar el comercio y establecer marcos regulatorios que estimulen la inversión.