A unos días de su reunión bilateral en Corea del Sur, los presidentes Donald Trump y Xi Jinping sorprendieron al anunciar un acuerdo preliminar que busca estabilizar los aranceles y el acceso a las tierras raras, pero ¿esto significa que la guerra comercial entre EU y China ha terminado?
Antes de responder la pregunta, es importante señalar que ambas potencias tuvieron una ronda de negociaciones el pasado fin de semana en Malasia, que estuvo encabezada por el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y su contraparte china, Li Chenggang, quien lidera el equipo de política comercial de China.
El pacto detiene la imposición de nuevos aranceles —que iban a alcanzar hasta 157% sobre las exportaciones chinas el 1 de noviembre— y establece una pausa temporal en las restricciones cruzadas que amenazaban con fracturar el comercio global.
Bessent declaró a ABC News que ambas naciones alcanzaron un “marco sustancial” que prepara el terreno para la reunión entre Trump y Xi, prevista para el jueves 30 de octubre en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), que tendrá lugar en Corea del Sur.
¿Qué incluye el acuerdo preliminar entre EU y China?
Aunque se espera que la reunión del jueves entre Trump y Xi derive en un documento más amplio que formalice los compromisos comerciales y tecnológicos, lo que sabemos del acuerdo preliminar es que contempla:
- Suspensión de nuevos aranceles estadounidenses y congelamiento de sanciones espejo por parte de China.
- Aplazamiento de un año en el sistema de licencias de exportación de tierras raras, minerales esenciales para la fabricación de semiconductores, turbinas, autos eléctricos y equipos de defensa.
- Reanudación de compras agrícolas por parte de China, principalmente de soja estadounidense, una medida que el Departamento de Agricultura de EU describió como “el restablecimiento del equilibrio del mercado”.
- Acuerdo sobre TikTok, que resuelve la disputa por la venta de sus activos en Estados Unidos.
- Cooperación bilateral para combatir el tráfico de precursores químicos de fentanilo.
El anuncio provocó reacciones positivas en los mercados asiáticos y en los futuros de Wall Street: las bolsas subieron entre 2% y 3%, y el yuan se fortaleció frente al dólar. Analistas coinciden en que la tregua desactiva, al menos temporalmente, la amenaza de una crisis logística y manufacturera que habría golpeado a las cadenas globales.
Efecto inmediato en las cadenas de suministro
Durante las últimas semanas, empresas como Apple, Tesla, Nvidia y BYD habían comenzado a diseñar planes de contingencia ante el riesgo de interrupciones en el suministro de materiales críticos. Con el acuerdo inicial, la cadena tecnológica global gana tiempo para respirar.
En paralelo, la pausa en los aranceles reduce la presión sobre los costos de transporte marítimo y contenedores que conectan el Indo-Pacífico con América del Norte, una de las rutas más sensibles para los flujos industriales.
China concentra más del 70% del refinado mundial de tierras raras, y cualquier restricción habría afectado la producción de chips, motores eléctricos y baterías. El aplazamiento del sistema de licencias permitirá mantener el flujo comercial, evitando un nuevo “shock de insumos” como el que se vivió tras la pandemia.
Ante este panorama, para América del Norte y Europa, la tregua reduce el riesgo de escasez y da aire a la relocalización industrial impulsada por el nearshoring. México, que ha ganado terreno como plataforma manufacturera de alta tecnología, podría beneficiarse de esta ventana de estabilidad para fortalecer su proveeduría regional.
La tregua es política, no estructural
Pese al alivio que la tregua le da a la cadena de suministro, las causas profundas de la guerra comercial entre Estados Unidos y China siguen intactas. Ayer The New York Times señalaba que el acuerdo “podría evitar una crisis que el propio Trump creó” al reactivar en abril de este año la confrontación, que había iniciado en 2018, con aranceles y controles tecnológicos.
De acuerdo con el diario, este pacto restaura la situación que había antes de abril, pero no aborda los desacuerdos sobre propiedad intelectual, subsidios industriales ni transferencia de tecnología que desataron los desacuerdos, junto al déficit comercial entre ambas naciones y la crisis de fentanilo.
Por otro lado, el analista Walter Russell Mead, en su artículo de ayer publicado en Wall Street Journal, interpreta la negociación como una pausa táctica antes del encuentro bilateral, en el que ambos líderes buscan “competir sin colapsar sus economías”.
En este sentido, Mead señala que Donald Trump llega con “una carta energética fuerte”, respaldado por el dominio estadounidense sobre los mercados de petróleo y gas, mientras que Xi Jinping mantiene su ventaja estructural en minerales críticos y manufactura avanzada.

Los puntos de tensión que siguen abiertos
Aunque el diálogo se reactivó, los analistas ven tres focos importantes de fricción:
1). Tecnología y seguridad digital. EU mantiene restricciones a la exportación de chips y software avanzado a empresas chinas, lo que el gigante asiático considera una agresión directa.
2). Taiwán. De acuerdo con un artículo de opinión firmado por el equipo editorial del Wall Street Journal, Xi pretende usar la reunión para presionar a Trump a moderar su respaldo a la isla, un tema que complica las rutas marítimas del Pacífico y el flujo global de semiconductores.
3). Energía. La pugna por el control de los combustibles fósiles y las materias primas verdes sigue marcando el equilibrio geoeconómico.
En entrevista con The New York Times, el académico Evan Medeiros, de la Universidad de Georgetown, advirtió que la relación “es inherentemente inestable: ambas partes creen tener la ventaja”, lo que deja abierta la posibilidad de una nueva ola de aranceles y restricciones a tierras raras cuando cambien las condiciones políticas o de mercado.
¿Fin de la guerra comercial?
Con base en el contexto geopolítico actual, podemos ver que la guerra comercial entre EU y China no ha llegado a su fin. El acuerdo es una tregua con fines pragmáticos que busca contener los daños y mostrar buena voluntad por parte de ambas naciones, antes del encuentro entre Trump y Xi.
Sin embargo, el conflicto estructural sigue intacto, los dos países buscan la hegemonía tecnológica, energética y logística y han aprendido a usar el comercio como una extensión de su estrategia de poder: los minerales críticos, la energía y el control de las rutas marítimas son las verdaderas armas diplomáticas del siglo XXI.
Para la logística global, la pausa es bienvenida porque estabiliza precios, reactiva órdenes de compra y le da un respiro a los operadores del Pacífico, pero la tregua tiene fecha de caducidad.
El futuro del comercio internacional podría depender de lo que ocurra el próximo jueves, cuando Trump y Xi definan si se amplía el acuerdo, si representa un punto de inflexión o solo es el preludio para una nueva ronda de confrontaciones.













