México es uno de los países con mayor número de tratados de libre comercio en el mundo, y desde la entrada en vigor del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT) en 2018, las empresas mexicanas han encontrado una alternativa estratégica al T-MEC para diversificar sus mercados; sin embargo, el acceso a preferencias arancelarias —que pueden reducir hasta 35% de los costos— dependen de una certificación de origen correcta y verificable.
Durante su ponencia en el Seminario Interactivo de Aduanas del Sector Cárnico 2025, Alejandro Cruz, asesor en aduanas aéreas e interiores de la Confederación de Asociaciones de Agentes Aduanales de la República Mexicana (CAAAREM), señaló que el TIPAT representa una gran oportunidad, pero “hay que revisar requisitos, formatos y obligaciones, porque una omisión puede hacerte perder la preferencia”.
Cruz también subrayó que adjuntar la certificación al pedimento no es opcional: “En el TIPAT, la prueba de origen siempre debe presentarse junto al pedimento, no es como otros tratados donde tienes plazos más flexibles”.
¿Qué es la certificación TIPAT y cuál es su importancia?
La certificación de origen TIPAT es el documento que acredita que una mercancía es originaria de alguno de los 11 países integrantes del tratado: Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Esta acreditación permite aplicar reducciones arancelarias al momento del despacho aduanero, convirtiéndola en un elemento esencial para aprovechar los beneficios del acuerdo.
Para Cruz, su relevancia radica en que combina socios con los que México ya tiene tratados —como Canadá y Chile— con mercados estratégicos de Asia-Pacífico, especialmente Japón, Malasia y Vietnam: “El TIPAT nos da acceso preferencial a una región económica que está creciendo muy rápido. Es un tratado moderno, flexible y que simplifica varios procesos”.

Otro de sus aspectos más notables es la flexibilidad del certificador: la prueba de origen puede ser emitida por el productor, exportador, importador o una autoridad competente, dependiendo de cada país miembro.
El especialista destacó que el TIPAT permite incluso facturación en terceros países, lo cual facilita operaciones trianguladas: “Si vendes la mercancía a Reino Unido —que no es parte del TIPAT— pero el origen es Japón o México, la preferencia procede siempre que la prueba de origen sea válida, eso es algo que otros tratados no contemplan”.
Si bien este esquema simplifica la operación, también incrementa el riesgo de errores si no se conocen a detalle los requisitos y obligaciones.
La certificación debe incluir nueve elementos mínimos —datos del certificador, exportador, importador y productor; así como descripción, clasificación arancelaria, criterio de origen, vigencia y firma—, los cuales deben coincidir plenamente con el pedimento y la documentación comercial.
Los errores más comunes que invalidan una certificación TIPAT
De acuerdo con Cruz, los errores que más frecuentemente provocan el rechazo de la preferencia en aduanas mexicanas son:
- Idioma incorrecto. El tratado solo acepta inglés o español, pruebas en japonés, malayo o vietnamita sin traducción oficial son rechazadas: “Nos llegan certificaciones en idiomas que la autoridad no puede validar. Automáticamente procede el desconocimiento”.
- Datos inconsistentes. Incongruencias en nombres, domicilios, RFC, direcciones fiscales o números de pedimento: “La autoridad revisa línea por línea, una diferencia mínima entre el certificado y la factura puede ser motivo para negar la preferencia”.
- Firmas no coincidentes o ilegibles. Firmas que no corresponden con la persona facultada, firmas diferentes en cada hoja o firmas electrónicas no reconocidas: “Un error en el nombre del firmante puede invalidar la prueba de origen”.
- Clasificación arancelaria incorrecta. Debe especificarse a seis dígitos (acorde al Sistema Armonizado) y corresponder exactamente a la mercancía: “Muchos ponen ocho dígitos o una fracción que no corresponde, eso invalida el documento”.
- Vigencia vencida. La certificación aplica por un embarque o con una vigencia máxima de un año: “Si la vigencia está vencida, no hay nada que hacer: la preferencia no procede”.

Obligaciones y trazabilidad documental
La correcta certificación implica también obligaciones posteriores al despacho, el importador debe conservar la documentación por al menos cinco años, ya que la autoridad puede solicitar verificaciones en cualquier momento.
“Todas las pruebas de origen deben estar amarradas con la operación completa: factura, pedimento, documentos de transporte. La autoridad puede pedirlo todo”, señala Cruz.
Este marco convierte la trazabilidad documental en un elemento central de cumplimiento porque cualquier inconsistencia que no pueda justificarse puede derivar en sanciones económicas y pérdida de beneficios.
Sin embargo, si la certificación se recibe después del despacho, el TIPAT permite rectificar el pedimento dentro del año siguiente, lo que abre la posibilidad de solicitar devolución o compensación de los aranceles pagados en exceso.
Impactos operativos, el costo real de un error
En sectores como el cárnico, agroalimentario, manufacturero y químico, donde los márgenes operativos dependen del cumplimiento normativo, un error en la certificación TIPAT puede traducirse en:
- Pago retroactivo de aranceles.
- Multas por documentación incorrecta o irregular.
- Pérdida de preferencias arancelarias en embarques completos.
- Retrasos en despacho e incremento en costos logísticos.
- Riesgo de auditorías adicionales.
- Disminución de competitividad en puertos clave como Manzanillo, Veracruz y Lázaro Cárdenas.
Para operaciones de gran volumen, una diferencia arancelaria del 20-35% puede representar millones de pesos en impacto financiero anual. Cruz fue claro sobre el impacto operativo: “Una certificación mal hecha no solo aumenta costos, puede detenerte un embarque completo y afectar tu cumplimiento ante la autoridad”.

La cultura del cumplimiento como ventaja estratégica
El aumento en la fiscalización aduanera y la complejidad documental del comercio exterior exigen que las empresas consoliden una cultura de cumplimiento, especialmente cuando dependen de tratados como el TIPAT para mantener costos competitivos.
“Revisar los formatos y requisitos antes de aplicar la preferencia es la mejor estrategia de competitividad”, concluye Alejandro Cruz.
En un entorno donde la trazabilidad, el control documental y la correcta gestión arancelaria impactan directamente en la eficiencia logística, dominar la certificación TIPAT no solo es un requisito administrativo, es una ventaja estratégica para que el comercio exterior mexicano mantenga competitividad en la región Asia-Pacífico.













