El 2025 fue un año que terminó de confirmar algo que la logística venía intuyendo desde hace tiempo: la estabilidad dejó de ser el punto de partida de la operación.
A lo largo de los últimos meses, las cadenas de suministro operaron bajo presión constante, no por una sola crisis extraordinaria, sino por la superposición de conflictos, restricciones físicas, picos de demanda y una creciente dependencia tecnológica. La logística dejó de reaccionar a eventos aislados y tuvo que aprender a gestionar la incertidumbre como condición permanente.
A diferencia de otros cierres de año, 2025 no puede resumirse con una sola narrativa. No fue “el año de la pandemia”, ni “el año del colapso portuario”, ni “el año del comercio electrónico”.
Fue, más bien, un periodo en el que múltiples frentes se mantuvieron abiertos al mismo tiempo, obligando a las áreas de logística y operaciones a tomar decisiones con información incompleta, márgenes reducidos y expectativas de servicio cada vez más altas.
En ese contexto, muchos de los aprendizajes más relevantes no surgieron de grandes anuncios o innovaciones disruptivas, sino de la operación diaria enfrentando fricciones reales: rutas que dejaron de ser confiables, infraestructuras que ya no pudieron darse por sentadas, picos de demanda que pusieron al límite la última milla y sistemas digitales cuya falla detuvo operaciones enteras.
El 2025 dejó lecciones duras, pero también muy claras, sobre cómo se están redefiniendo las reglas del juego logístico.
Este recuento parte de eventos concretos que marcaron el año, tanto a nivel global como en México, y los traduce en aprendizajes operativos que hoy ya influyen en la manera en que las empresas planean inventarios, diseñan sus redes logísticas y definen sus compromisos de servicio.
Más que mirar atrás con nostalgia o alarma, el objetivo es entender qué cambió y por qué esas lecciones serán determinantes para lo que viene en 2026.
1- El Mar Rojo y la normalización de la disrupción
Durante todo 2025, el comercio marítimo siguió operando bajo la sombra del conflicto en el Mar Rojo. Los desvíos por el Cabo de Buena Esperanza se mantuvieron durante meses, extendiendo los tiempos de tránsito entre Asia y Europa y reduciendo la disponibilidad efectiva de flota.
Lo que al inicio parecía una contingencia prolongada terminó integrándose al día a día de la planeación logística de muchas empresas.
Este escenario dejó una enseñanza clara: esperar que la disrupción termine dejó de ser una estrategia viable. Las organizaciones que lograron estabilidad operativa fueron aquellas que rediseñaron rutas, ajustaron inventarios y replantearon compromisos de servicio asumiendo que la incertidumbre no iba a desaparecer en el corto plazo.
En 2025, la resiliencia dejó de ser un plan alterno para convertirse en parte estructural del diseño logístico.

2- El Buen Fin 2025 y el verdadero cuello de botella de la última milla
La edición 2025 de El Buen Fin volvió a detonar picos intensos de demanda en el comercio electrónico mexicano. Centros de distribución operando al límite, saturación de flotas urbanas y presión sobre los operadores de última milla se repitieron, especialmente en las grandes zonas metropolitanas. Sin embargo, el problema no fue únicamente mover más paquetes, sino cumplir con promesas de entrega cada vez más exigentes.
A lo largo del evento quedó claro que muchas fallas no se originaron en el reparto, sino mucho antes: en la planeación de inventarios, en la visibilidad de existencias y en decisiones comerciales desconectadas de la capacidad operativa real.
El aprendizaje que dejó el Buen Fin 2025 fue contundente: la última milla se define tanto en el escritorio como en la calle, y una promesa mal calculada puede ser tan costosa como un camión que no llega a tiempo.

3- El Canal de Panamá y la fragilidad de la infraestructura crítica
Aunque 2025 trajo cierta mejora respecto al año anterior, las restricciones al número de tránsitos y a los calados en el Canal de Panamá se mantuvieron durante buena parte del año.
Para muchas cadenas de suministro, esto significó convivir con itinerarios menos confiables, ajustes constantes en la programación de buques y mayores tiempos de tránsito en rutas clave.
El canal dejó de ser un elemento invisible dentro de la planeación logística y pasó a convertirse en una variable de riesgo activa. Empresas con flujos regulares entre Asia, Estados Unidos y América Latina tuvieron que recalcular inventarios en tránsito, evaluar rutas alternas y asumir costos adicionales para mantener la continuidad de sus operaciones.
En 2025 quedó claro que incluso la infraestructura más estratégica puede volverse un punto de vulnerabilidad.

4- El nearshoring avanzó más rápido que la logística
Durante 2025, el nearshoring siguió materializándose en anuncios de inversión y expansión productiva en México.
Sin embargo, conforme las operaciones comenzaron a escalar, también se hicieron evidentes los límites de la infraestructura logística disponible: parques industriales saturados, cruces fronterizos con alta congestión y una disponibilidad de transporte que no siempre creció al mismo ritmo que la demanda.
El año dejó una lección incómoda pero necesaria: relocalizar producción no garantiza eficiencia si la logística no está preparada para sostenerla.
En varios casos, la ventaja geográfica se vio erosionada por sobrecostos, retrasos y fricciones operativas. El nearshoring, quedó claro, no es solo una decisión estratégica, sino un reto logístico de largo plazo.
5- La dependencia digital y los golpes a la continuidad operativa
A lo largo de 2025, ciberataques y fallas tecnológicas afectaron a operadores de transporte, puertos y plataformas logísticas en distintas regiones. En algunos casos, la interrupción de sistemas fue suficiente para detener la programación de rutas, perder visibilidad de la carga o frenar procesos administrativos críticos durante horas o incluso días.
Estos episodios evidenciaron hasta qué punto las cadenas de suministro dependen hoy de sistemas digitales interconectados.
Las empresas que lograron recuperarse con mayor rapidez no fueron necesariamente las más sofisticadas tecnológicamente, sino aquellas que habían previsto escenarios de falla, con protocolos manuales, respaldos de información y equipos capacitados para operar sin sistema.
En 2025, la resiliencia digital se consolidó como un componente clave de la continuidad logística.

El 2025 confirmó que la logística ya no se mueve en un entorno de estabilidad interrumpida ocasionalmente, sino en uno de incertidumbre constante. Los eventos del año no solo explican lo que ocurrió, sino que delinean cómo deberán diseñarse las cadenas de suministro en adelante: más flexibles, más conscientes del riesgo y menos dependientes de supuestos que antes parecían inamovibles.
Las lecciones están sobre la mesa. El reto ahora es convertirlas en decisiones operativas reales rumbo a 2026.














