Las versiones sobre lo que ocurre actualmente en el puerto de Manzanillo, Colima, no coinciden. Por un lado, reportes de medios y actores logísticos hablan de saturación, retrasos y largas filas; por el otro, la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) asegura que no existe tal colapso y que las operaciones transcurren con eficiencia.
Esta divergencia refleja un problema mayor: la creciente tensión estructural en uno de los puertos más importantes del país.
Según varios medios de comunicación, transportistas y operadores acusan un nuevo episodio de colapso portuario en Manzanillo, con filas de camiones que alcanzan hasta los 10 kilómetros y esperas que superan las 24 horas para acceder al recinto fiscal.
Se habla de que esta situación no es nueva, sino parte de una serie de cuellos de botella que han afectado la operación logística en años recientes.
Frente a estos señalamientos, la ANAM difundió el 4 de agosto un comunicado oficial en el que desmiente un supuesto colapso.
De acuerdo con la institución, tras una supervisión realizada entre el 25 y 31 de julio, se logró liberar el 87.4 % de los pedimentos pendientes —470 de 538—, lo cual demuestra, en su opinión, que el flujo logístico ha mejorado.

Dos versiones, un mismo puerto
La contradicción entre lo que vive el sector y lo que reporta la autoridad no es menor. Mientras operadores denuncian saturación física, tiempos muertos y lentitud en las inspecciones, la ANAM sostiene que los problemas obedecen, en gran medida, a factores externos, como la falta de recolección oportuna por parte de importadores y agentes aduanales.
Incluso señala un incremento en el abandono de mercancías, lo que atribuye a una percepción de mayor rigurosidad legal, no a fallas en el proceso.
Más allá del cruce de declaraciones, la situación evidencia un problema de fondo: la complejidad operativa del puerto de Manzanillo, donde convergen múltiples actores con niveles desiguales de responsabilidad y cumplimiento.
Cada eslabón —desde el transportista hasta el almacenista— puede convertirse en un punto de fricción que, al multiplicarse, desencadena parálisis.
¿Crisis logística o desgaste estructural?
El puerto de Manzanillo mueve más del 40 % de la carga contenerizada del país, y es uno de los principales nodos del comercio exterior en el Pacífico.
Su crecimiento acelerado en los últimos años ha venido acompañado de desafíos que van desde la infraestructura vial hasta la interoperabilidad tecnológica entre los sistemas aduanales y portuarios.
Especialistas del sector consultados por diversos medios han advertido en otras ocasiones que no se trata de eventos aislados, sino de síntomas de una infraestructura y una operación que requieren modernización y coordinación más profunda entre dependencias, empresas logísticas y usuarios finales.
Mientras tanto, cada nueva denuncia de colapso —negada o no por las autoridades— representa no solo un punto de tensión operativa, sino también un riesgo reputacional para el comercio exterior mexicano.