El sector retail mexicano se prepara para una era de transformación. La Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD) anunció durante el primer trimestre un plan de inversión sin precedentes: 3,000 millones de dólares para este 2025, una cifra que representa un aumento de 30.43% respecto a los 2,300 millones de dólares invertidos el año anterior.
Esta inyección de capital, destinada a la apertura de nuevas tiendas, modernización de formatos y renovación tecnológica, es, por supuesto, un impulso para el comercio, pero también un indicador directo al sector logístico para evolucionar, escalar y reinventarse. Para los proveedores de servicios logísticos, este movimiento marca un punto de inflexión que redefinirá las prioridades operativas y exigirá soluciones innovadoras para una cadena de suministro más compleja y dinámica.
De acuerdo con Diego Cosío, presidente ejecutivo de la ANTAD, 20.1% del total de recursos se destinará a sistemas, tecnología y digitalización, 7.6% a logística y distribución, y 6.5% a centros de distribución.
Una “puesta a punto”
Esta ola de inversión no surge de la nada. Se enmarca en un contexto latinoamericano más amplio donde la logística se está convirtiendo en un pilar estratégico para la competitividad.
Un análisis reciente de Maersk señala que la región vive un “momento crucial”, en el que las empresas que adopten: “La agilidad, la integración digital y la colaboración regional estarán mejor posicionadas para salir adelante en medio de la incertidumbre”. El retail mexicano, con este ambicioso impulso, se alinea a la perfección con este diagnóstico.
Se plantea que a finales de 2025 tendremos un crecimiento moderado en ventas, pero un despliegue fuerte del lado de la inversión.
La lógica detrás es doble: primero, sostener la competitividad en un entorno macro complicado –inflación, cambios en la dinámica global–; segundo, preparar la estructura logística para retos crecientes: omnicanalidad, entregas rápidas, mayor exigencia del consumidor. En ese sentido, la inversión no es sólo crecimiento, es puesta a punto del sistema logístico para lo que viene.
El efecto inmediato de esta expansión se sentirá en la demanda de espacios logísticos sofisticados. La necesidad de nuevos centros de distribución, diseñados para atender formatos de retail diversos –desde hipermercados hasta tiendas especializadas y dark stores dedicados al comercio electrónico– se convertirá en una prioridad. Ya no se trata de simples almacenes; deben ser instalaciones inteligentes.
Modernización física y tecnológica
La integración de tecnologías como los Sistemas de Gestión de Almacenes (WMS) es fundamental para garantizar la “disponibilidad y correcta rotación de la mercancía” en estos nodos de creciente complejidad. Las grandes empresas minoristas deberán contar con análisis predictivos e incluso inteligencia artificial en los sistemas de cadena de suministro. Esto será crucial para sincronizar el abasto de productos con el ritmo acelerado de nuevas aperturas o desequilibrios en los inventarios.
Esto sugiere que la inversión en logística para 2026 tendrá dos componentes: infraestructural (espacio, hardware, red de distribución) y humano-tecnológica (software, datos, talento).
En el contexto B2B para servicios logísticos, hay al menos tres retos que surgen de esta ola de inversión: el primero es que muchas cadenas aún trabajan con infraestructuras heredadas, lo que significa que los proveedores deben presentar no sólo capacidad de equipamiento, sino también propuestas de modernización, migración tecnológica, interoperabilidad. En otras palabras: no basta con ofrecer un nuevo rack o un nuevo camión, sino la versión 2.0 con visibilidad, data-driven y capacidad de respuesta rápida.
El segundo es la presión por la sustentabilidad y resiliencia, pues con una cadena de suministro cada vez más expuesta a interrupciones, los costos logísticos cobran protagonismo; una entrada reciente de blog de una compañía dedicada a integrar datos, equipos y tecnología en las empresas subrayaba que tres de cada cuatro retailers enfrentan problemas de conectividad durante picos de demanda. El tercero es el cambio en los modelos de consumo: omnicanalidad, entregas a domicilio, devoluciones, formatos híbridos. Para responder, las cadenas requieren centros de distribución satélites, rutas flexibles, automatización ligera, integración entre tienda física y ecommerce.
De la mano de lo anterior, la logística de última milla se convertirá en un campo de batalla decisivo para el retail. La inversión de ANTAD intensificará la competencia por el cliente final, donde la eficiencia de la entrega será tan importante como el precio del producto. Esto implica una transición hacia soluciones flexibles y diversificadas.
Renovarse y reinventarse
Los operadores logísticos deberán combinar las entregas tradicionales con modelos basados en dark stores, alianzas estratégicas con mensajerías locales y la optimización de rutas con inteligencia artificial para reducir tiempos y costos. Este es un entorno que premia la agilidad. A decir de Timocom, un marketplace logístico con actividad en Europa, las tendencias ya apuntan a una “lucha por las capacidades”, donde asegurar los recursos exige ofrecer “precios más altos para el transporte a corto plazo”. Si bien el mercado mexicano tiene sus particularidades, la dirección es clara: la colaboración y una gestión eficiente de los recursos serán vitales para navegar la volatilidad esperada.
Para 2026, entonces, los proveedores logísticos tienen un menú de oportunidades: optimización de centros de distribución existentes; desarrollo de tecnologías de visibilidad y data; integración de transporte multimodal para aprovechar los proyectos de infraestructura pública; y oferta de servicios especializados para omnicanalidad, entregas rápidas y logística inversa.
Sin embargo, también deben prepararse para un entorno donde los plazos serán más ajustados, la competencia en precios más feroz, y la exigencia de datos y servicio más alta que nunca.
En resumen, el panorama para 2025-2026 del retail en México dibuja un movimiento logístico amplio: se trata de un “gran ajuste” y no un crecimiento orgánico.












