Un vestido que es tendencia en TikTok un lunes puede estar producido, empaquetado y en camino al cliente el miércoles. Cualquiera que trabaje en el sector, sabe que la velocidad siempre ha sido un factor crítico en la logística, pero el fenómeno conocido como ultra-fast fashion está redefiniendo los límites de lo posible; se acabaron las cuatro temporadas anuales y ahora hay lanzamientos semanales o incluso diarios, impactando la gestión de inventarios y la logística inversa.
Marcas como Shein, Temu y Boohoo han perfeccionado un modelo de negocio que traslada una tendencia desde las redes sociales a los guardarropas de los consumidores en un lapso de apenas siete a 10 días, un proceso que a las marcas tradicionales les tomaba varios meses.
SC: campo de batalla
Este ritmo frenético ha convertido a la cadena de suministro en el verdadero campo de batalla, donde la eficiencia logística es mucho más que un apoyo. La pregunta que se plantea en los corredores de las empresas de logística es si la infraestructura global puede sostener esta velocidad de manera indefinida o si, por el contrario, se acerca a un punto de quiebre.
El modelo operativo que permite esta hazaña se basa en la producción bajo demanda y la prueba constante. A diferencia de la fabricación tradicional, que produce grandes volúmenes basándose en predicciones, el ultra-fast fashion funciona con el método test and repeat o probar y repetir.
Las empresas producen lotes mínimos de cientos de diseños distintos. Luego, mediante el monitoreo en tiempo real de las ventas y el engagement en sus aplicaciones, identifican qué artículos son exitosos para proceder a un reabastecimiento exprés, produciendo cantidades mayores en apenas cuestión de días. Este enfoque elimina virtualmente el inventario estático y reduce el riesgo de tener productos obsoletos, pero a su vez, genera una presión sin precedentes sobre la cadena de abastecimiento, que debe ser capaz de reaccionar con una agilidad extrema.
Un reporte de la agencia de marketing BluCactus destaca que estas marcas pueden renovar su oferta de productos al menos una vez a la semana, manteniendo a sus clientes en un estado de constante expectación por las novedades.
Entregas meteóricas
Para cumplir con estos ciclos ultracortos, la industria ha tenido que realizar un cambio estratégico radical en su elección de modos de transporte. El transporte marítimo, con sus plazos de 30 a 45 días y costos bajos, se ha vuelto incompatible con la promesa de entrega en una o dos semanas.
En su lugar, el sector del ultra-fast fashion ha absorbido el alto costo del flete aéreo, que es entre 5 y 8 veces mayor, pero que reduce el tiempo de tránsito a sólo 2-5 días. Esta dependencia del aire ha llevado a una saturación de los principales aeropuertos de carga a nivel global, que se han convertido en los nodos críticos de esta nueva red.
Como se explica en un análisis de la industria, la logística ágil y eficiente es crucial para el éxito de este modelo, requiriendo redes que abarcan desde la producción en países con bajos costos laborales hasta la distribución en los mercados finales de todo el mundo.
Las fábricas fantasma de Shein
Detrás de escena, la tecnología es la gran habilitadora. Shein, por ejemplo, ha implementado un sistema de "fábricas fantasma". La empresa se acerca a fábricas con sistemas de gestión de inventario anticuados y les instala su propio software de pedidos a cambio de garantizarles una demanda constante. De esta forma, Shein controla la producción y enseña a estas fábricas a responder a las preferencias de los consumidores en tiempo real, integrando verticalmente la cadena de suministro de una manera sin precedentes.
Esta integración permite una producción de alto volumen que se beneficia de economías de escala, permitiéndoles ofrecer precios ultra competitivos. "El patrón no es la plataforma en sí, sino quien gestiona la plataforma digital. Y aunque no haya una subordinación directa como en los trabajos tradicionales, existe lo que llamamos subordinación algorítmica", explica Claudio Martínez Santistevan, asociado de la firma De la Vega & Martínez Rojas, en un análisis que, si bien se enfoca en lo laboral, refleja perfectamente el control que los algoritmos ejercen sobre toda la cadena.
Sin embargo, este modelo hiperacelerado choca frontalmente con los principios de sostenibilidad. La Unión Europea ha identificado a la industria de la moda rápida como una de las más contaminantes, representando aproximadamente el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y siendo responsable de una quinta parte de la contaminación del agua a nivel mundial.
La ropa que contamina
La propia naturaleza desechable de la ropa, facilitada por los precios bajos y la calidad a menudo deficiente, genera montañas de residuos. En Europa, se desechan 12 kilos de textiles por persona al año, y sólo un 1% se recicla en nuevas prendas. La contradicción es evidente: una cadena de suministro que depende de la velocidad del avión, el medio de transporte más contaminante, se promociona ante un consumidor cada vez más consciente de la crisis climática.
Esta tensión ha impulsado una respuesta regulatoria que está remodelando el panorama. La Unión Europea y países como Francia han comenzado a utilizar la fiscalidad como un freno. Francia se convirtió en el primer país europeo en aprobar un impuesto específico contra la moda ultrarrápida. En junio de 2025, el Senado francés dio luz verde a una ley que impone una penalización de 5 euros por cada artículo, cantidad que irá aumentando progresivamente hasta alcanzar los 10 euros en 2030. “El Estado francés lanza una señal clara: las prendas extremadamente baratas, diseñadas para durar apenas una temporada, deben pagar por el daño que generan”, se explica en un análisis de The Conversation.
Además, la Comisión Europea ha propuesto eliminar la exención arancelaria para envíos pequeños de menos de 150 euros, una medida que afecta directamente a la gran mayoría de envíos de plataformas como Shein y Temu, que en 2024 provenían en un 91% de China.
Mirando hacia el futuro, la industria logística se enfrenta a una encrucijada. Por un lado, la demanda de velocidad y flexibilidad no hará más que aumentar, impulsada por la competencia y los hábitos de consumo digital. Por otro, las presiones regulatorias y la necesidad imperiosa de operar de forma más sostenible forzarán una reinvención. La solución podría pasar por una mayor digitalización, y la consolidación de redes de centros de distribución en ubicaciones estratégicas que acerquen la producción al consumo.
El modelo de ultra-fast fashion ha demostrado ser un catalizador de innovación logística, pero su viabilidad a largo plazo dependerá de su capacidad para reconciliar la velocidad con la responsabilidad. La cadena de suministro ha demostrado que puede correr a un ritmo de vértigo; el siguiente desafío es enseñarla a hacerlo sin tropezar con sus propios límites ambientales y operativos.
 
         
                 
                 
                 
                    

 
                    











 
                    