Por más de un siglo, la cadena de suministro del café se rigió por un modelo estable, en el que los países productores exportaban el grano verde, mientras que las naciones consumidoras controlaban el tueste, la distribución y la fijación de precios. No obstante, el reciente auge del tueste en origen, el incremento del consumo local y las nuevas tendencias de bebidas (listas para beber, cold brew, descafeinado) han provocado un impacto logístico significativo en toda la industria.
Aunque los precios internacionales continúan siendo dictados por el Norte Global; es decir, por estructuras financieras distantes del origen, lo que sí ha cambiado en los últimos años es su “valor” más allá de la taza y el puntaje de calidad, que ha sido impulsado por los países productores y ya ha modificado la manera en que se cosecha, transforma, transporta y distribuye uno de los commodities agrícolas más comercializados del mundo.
En dos seminarios organizados por The Chain Collaborative, expertos de México, India, Etiopía, Uganda, Ecuador, Canadá y Estados Unidos coincidieron en que los cambios ya no son solo gastronómicos o culturales, sino que están alterando la arquitectura operativa de la cadena de suministro internacional.
Estas transformaciones están afectando costos, riesgos, estándares de calidad, contratos y modelos de valor, ante este panorama, los webinars “Trends in Coffee Roasting and Consumption” y “Value(s) vs Price: Understanding What We Pay For” ofrecen una lectura sobre el impacto logístico que generan las nuevas tendencias.
Tueste en origen, el cambio que acorta la cadena
Una de las principales tendencias en consumo de café es el crecimiento del mercado interno en países productores y la decisión, de muchos de ellos, de tostar localmente, lo cual ha alterado una lógica histórica del comercio internacional.
“Durante años nos dijeron que vender café tostado desde origen era imposible, el problema nunca fue logístico: era narrativo”, mencionó Octavio Ruiz, fundador de Almanegra Café, ubicado en Ciudad de México.
Sin embargo, aunque el tostado de origen aporta nuevos sabores a los países que lo importan, este modelo también implica distintas exigencias operativas:
- Empaques de alta barrera y válvulas desgasificadoras.
- Bodegas con control de humedad y temperatura.
- Microdistribución local en rutas cortas y de alta rotación.
- Laboratorios de catación y control sensorial instalados en origen.
Esto se debe a que el café tostado no tolera largos trayectos marítimos ni almacenamiento prolongado, lo que obliga a crear cadenas más cortas y sensibles al tiempo; para los compradores internacionales, esto se traduce en un riesgo creciente: menos café verde disponible y mayor competencia por microlotes.

La oferta global se vuelve más limitada
“India atraviesa un despertar cafetero: hoy el café es aspiracional, urbano y en rápido crecimiento”, dice Namisha Parthasarathy, fundadora de Aramse Coffee, quien comenta que, por años, la bebida preferida del país fue el té, especialmente el chai, pero el crecimiento de la clase media ha impulsado nuevos patrones de consumo.
En otras naciones productoras como México y Etiopía, el consumo doméstico también va en aumento, lo cual ha impactado la logística global:
- Los volúmenes exportados disminuyen.
- Las previsiones de oferta se vuelven menos confiables.
- Los tostadores internacionales deben diversificar orígenes.
- Las cadenas necesitan mayor flexibilidad contractual.
Mientras se eleva el consumo interno, se transforma el mapa mundial de abastecimiento porque las naciones productoras tienen menos volumen de exportación y en el caso específico de India se suma otro factor: el país tiene aranceles muy altos para el café, por lo que es casi imposible importar grano del extranjero, eso ha hecho que gran parte de su producción se quede dentro de sus fronteras.
Nuevas preferencias que transforman la infraestructura industrial
Otra de las principales tendencias en consumo de café es el crecimiento del mercado de Ready-To-Drink (RTD), del cold brew y descafeinados de alta calidad, especialmente entre jóvenes que consumen menos alcohol.
Al respecto, Ashley Whelan, propietaria de Loyal Coffee en Estados Unidos menciona que “el auge del cold brew y el RTD no son superficiales, están transformando la infraestructura industrial”.
Los impactos logísticos clave de estas tendencias son:
- Expansión de la cadena fría.
- Mayor demanda de envases PET de alta barrera y latas con recubrimientos especiales.
- Procesos industriales como HPP o líneas asépticas.
- Distribución con ciclos más cortos y volúmenes más variables.
En el caso de las opciones decaf:
- Más rutas internas hacia plantas Swiss Water o CO₂ supercrítico.
- Trazabilidad estricta para garantizar calidad.
- Costos logísticos más altos por manipulación adicional.
Estos cambios implican que la industria debe invertir en capacidad industrial, empaques avanzados y rediseño de rutas de distribución.

Fermentaciones avanzadas: cuando la innovación exige logística de alta precisión
El auge de fermentaciones como la anaeróbica, la maceración carbónica o los co-fermentos no solo cambia el perfil sensorial del café, transforma por completo la forma en que debe operar la cadena de suministro.
A diferencia de los procesos tradicionales, estas técnicas requieren un control estricto de variables como tiempo, temperatura, pH y oxígeno. Un desvío mínimo puede comprometer todo el lote, lo que eleva significativamente el riesgo operativo.
Desde el punto de vista logístico, esto implica:
- Movimientos más frecuentes entre finca, beneficio y secado.
- Uso de tanques y equipos especializados.
- Monitoreo constante del proceso.
- Registros detallados de cada etapa.
“La innovación solo sirve si es sostenible para el productor, no si solo es llamativa para el consumidor”, opinó Whelan sobre estas fermentaciones que obligan a una trazabilidad mucho más granular debido a que no basta con identificar el origen del café, sino que es necesario documentar cómo se procesó, bajo qué condiciones y durante cuánto tiempo.
Para compradores e importadores, esto significa mayor complejidad logística, auditorías más exigentes y un aumento en los costos de control, así como una mayor dependencia de datos confiables para mitigar riesgos.
Nuevos sistemas de valoración, el precio ya no refleja los costos reales
El segundo webinar introdujo uno de los debates más relevantes para el futuro de la industria: el precio del café ya no refleja los costos reales de producción, logística y riesgo, lo que está debilitando la estabilidad de toda la cadena de suministro.
Durante décadas, el café se ha comercializado con base en precios de referencia internacionales que no consideran variables que hoy son críticas, como el aumento en costos de insumos, el encarecimiento del transporte interno, las inversiones en procesos más complejos ni los riesgos asociados al cambio climático.
“El valor del café sigue definido por quienes no producen café, es hora de que el valor se construya con los productores”, aseguró Kenneth Barigye, fundador de Mountain Harvest en Uganda.
Cuando el precio pagado no cubre los costos reales, las consecuencias no se limitan al productor; desde el punto de vista logístico, se genera una cadena más frágil y menos predecible: los agricultores reducen inversión, cambian cultivos o priorizan ventas locales, lo que provoca volúmenes irregulares, incumplimientos contractuales y mayor volatilidad en la oferta exportable.
Para importadores y operadores logísticos, esto se traduce en:
- Mayor dificultad para planear rutas y capacidades.
- Incremento en compras spot.
- Inventarios menos estables.
- Costos logísticos más difíciles de anticipar y asegurar.
En este contexto, comienzan a emerger nuevos sistemas de valoración que buscan integrar costos reales, riesgo climático y estabilidad de la oferta. Más allá del debate ético, se trata de un ajuste necesario para mantener operativas y resilientes las cadenas de suministro del café en el mediano y largo plazo.

Cambio climático, el mayor disruptor logístico del futuro
Más que un desafío agrícola, el cambio climático se ha convertido en uno de los principales factores de disrupción para la cadena de suministro del café; sus efectos no siempre se perciben en la taza, pero sí en la operación: menores volúmenes, mayor variabilidad y costos crecientes.
Durante el segundo webinar organizado por The Chain Collaborative, Brendan Adams, fundador de Sumia Coffee en Canadá, fue claro al señalar que el impacto del clima se manifiesta primero en la logística: “Nunca probarás el cambio climático en la taza, verás menos rendimiento, más pérdidas y mayores costos”.
El aumento de temperaturas y la irregularidad de las lluvias reducen el rendimiento por hectárea, lo que fragmenta los volúmenes disponibles y eleva el costo logístico por unidad transportada; además, para mantener calidad, el café se está desplazando hacia zonas más altas y alejadas, lo que implica rutas internas más largas, infraestructura rural limitada y mayor complejidad en el transporte desde la finca.
A esto se suma una mayor variabilidad en la cosecha, maduraciones desiguales, ventanas de recolección menos claras y lotes heterogéneos. Para la logística internacional, esto se traduce en menor previsibilidad, dificultad para planear inventarios y una creciente dependencia de compras spot para cubrir faltantes.
Asimismo, el cambio climático está impulsando la adopción de nuevas variedades más resistentes, lo que obliga a ajustar procesos de secado, fermentación, almacenamiento y transporte; en este sentido, cada adaptación agronómica genera, a su vez, nuevos requerimientos logísticos.
“Habrá cafés que ya no podrán producirse en ciertos países”, mencionó Adams sobre lo crítico del impacto climático. Desde la perspectiva de la cadena de suministro, esto significa que el futuro del café exigirá diversificación de orígenes, seguros climáticos, contratos más flexibles y una logística diseñada para operar bajo condiciones de alta incertidumbre, donde la resiliencia será tan importante como la eficiencia.
Transparencia superficial que se traduce en riesgo operativo
Otro hallazgo clave del segundo webinar fue la crítica a un modelo de trazabilidad que privilegia la narrativa, pero deja fuera variables operativas críticas; en muchas cadenas de café, la transparencia se detiene en la identidad del productor o en la certificación, sin incorporar información clave sobre costos, riesgos y capacidad real de operación.
“Hoy paramos la transparencia en la foto del productor, pero ignoramos costos, riesgos y efectos comunitarios”, agrega Adams.
Desde la perspectiva logística, esta transparencia superficial genera una falsa sensación de control, por lo que las decisiones de compra se toman con información incompleta, los modelos de riesgo no contemplan variables climáticas o de infraestructura local, y los costos reales —especialmente los asociados al transporte interno y a contingencias— emergen demasiado tarde.

El resultado es una cadena menos predecible:
- Contratos que no reflejan la capacidad real de entrega.
- Auditorías que validan procesos en papel, pero no en operación.
- Desviaciones de volumen y calidad que impactan inventarios y rutas.
- Mayores costos por ajustes de última hora en importación y exportación.
Como hemos revisado, las tendencias en consumo de café ya no pueden leerse únicamente como cambios en preferencias del consumidor porque su impacto logístico es profundo y estructural: están alterando la forma en que el café se produce, se transforma, se mueve y se valora a lo largo de toda la cadena de suministro.
Para los actores logísticos, importadores y compradores internacionales, el reto ya no es solo mover café de un punto a otro, sino construir resiliencia en un sistema cada vez más volátil, donde la eficiencia dependerá tanto de la capacidad de adaptación como de la infraestructura física.













