El pozole es uno de los platillos más representativos de la gastronomía mexicana y cada septiembre cobra protagonismo en las celebraciones patrias.
Detrás de este guiso emblemático hay una compleja red de producción, transporte y distribución que garantiza que los ingredientes lleguen frescos y en la cantidad necesaria a los mercados de todo el país.
Desde el maíz cacahuazintle hasta la carne, los chiles secos, las verduras y los rábanos, cada componente del pozole tiene una historia logística que merece ser contada.
Maíz pozolero: del campo al centro de consumo
El maíz cacahuazintle, variedad utilizada para el pozole, se produce principalmente en el Estado de México, Morelos y Puebla, que en conjunto concentran más del 90 % de la superficie sembrada.
En cifras recientes, el Estado de México lidera con más de 16 mil toneladas anuales, seguido de Morelos y Puebla.
Aunque México es uno de los principales productores de maíz en el mundo, esta variedad tiene un mercado prácticamente nacional, ya que se destina casi en su totalidad al consumo interno.
Su transporte no requiere cadena de frío, pero sí condiciones de almacenamiento y traslado específicas. Los granos secos viajan en camiones de carga a granel, se concentran en centros de acopio y se resguardan en silos o bodegas secas para evitar humedad y pérdida de calidad.

Esta logística garantiza que el maíz pueda llegar tanto a molinos locales como a grandes centros de distribución urbanos en el centro del país, desde donde se abastece a los mercados mayoristas que, en estas fechas, multiplican la demanda.
Carne de cerdo y pollo: la fuerza de la cadena de frío
El ingrediente proteico del pozole es quizá el que enfrenta los mayores retos logísticos. México cuenta con una amplia producción de carne de cerdo y pollo, pero su distribución depende de una red de transporte y almacenamiento refrigerado que garantice la inocuidad y frescura del producto en cada etapa.
La cadena de frío en este sector es determinante: desde las plantas procesadoras certificadas, donde se realiza el sacrificio y empaque bajo estándares sanitarios, hasta las cámaras frigoríficas que resguardan el producto antes de su traslado.
Posteriormente, la carne viaja en unidades térmicamente controladas hacia los principales centros de distribución del país, con rutas estratégicas que permiten abastecer a supermercados, restaurantes y mercados mayoristas en todo el territorio nacional.
En fechas de alta demanda como las fiestas patrias, la coordinación de esta logística se vuelve aún más relevante. Un retraso en la temperatura adecuada, fallas en los sistemas de refrigeración o tiempos de traslado más largos de lo previsto pueden comprometer la calidad del alimento.
Por ello, el sector ha invertido en infraestructura especializada, embalajes diseñados para mantener condiciones térmicas y sistemas de trazabilidad que permiten monitorear el producto desde su origen hasta el consumidor final.
Chiles guajillo y ancho: logística del secado y almacenamiento
Los chiles secos que dan sabor y color al pozole son otro eslabón fundamental de esta cadena. Cultivados en diversos estados del centro y sur del país, los guajillos y anchos se someten a procesos de deshidratación que reducen su peso, prolongan su vida útil y facilitan su transporte.
Una vez secos, los chiles se empacan a granel en costales o en presentaciones más pequeñas para el comercio minorista.
Aunque no requieren refrigeración, sí necesitan control de humedad durante su traslado y almacenamiento para evitar moho y pérdida de calidad.
En algunos casos, se emplean secadores mecánicos y empaques termosellados que extienden su conservación.
Estas prácticas, junto con sistemas de trazabilidad para exportación, permiten que los chiles mexicanos lleguen no solo a los hogares del país, sino también a comunidades mexicanas en Estados Unidos y otros mercados internacionales.

Cebolla y rábanos: velocidad y frescura en la distribución
Entre los ingredientes frescos, la cebolla y los rábanos destacan por su alta perecibilidad. Aunque no suelen exportarse en grandes volúmenes para este tipo de consumo, dentro del territorio nacional requieren un manejo cuidadoso.
La cebolla puede conservarse durante semanas en condiciones de refrigeración ligera, mientras que los rábanos deben distribuirse con rapidez para evitar pérdida de frescura.
En ambos casos, la clave está en la eficiencia del transporte desde los campos hasta los centros de abasto.
Los productores suelen utilizar empaques ventilados y unidades refrigeradas básicas, además de pallets estandarizados que facilitan el movimiento en centrales de abasto como la de Iztapalapa en Ciudad de México, uno de los principales centros de distribución de verduras del país.
El engranaje logístico detrás de un platillo patrio
La preparación del pozole en millones de hogares mexicanos durante septiembre no sería posible sin una coordinación logística que involucra cadenas de frío, transporte a granel, procesos de secado, empaque especializado y distribución a gran escala.
Cada ingrediente enfrenta retos distintos: desde la conservación de la carne hasta el manejo de humedad en los chiles secos, o la rapidez con que deben moverse los rábanos.
En conjunto, la logística detrás del pozole refleja cómo la infraestructura agroalimentaria de México conecta productores con consumidores en todo el país, asegurando que en las mesas de las fiestas patrias no falte este platillo emblemático.